Otra estampa de violencia cotidiana en Chicoloapan

- ¡A ver, a ver, hijos de su pinche madre. Sacando los celulares y las carteras o se los carga su chingada madre!

Empuñan los cuchillos en notoria actitud amenazante.

Uno de ellos hurga en el bolso de una joven mujer paralizada de miedo. Dos señoras a punto de ponerse histéricas enmudecen cuando otro de los maleantes les acerca el cuchillo a la cara y las obliga a dar sus monederos.

A la mitad del pasillo del camión el cobrador de la unidad empieza a oponer resistencia y otro de los cuatros asaltantes que se había desplazado a la parte de atrás le grita: “mátalo, ya mátalo”. En automático, el otro lo pica varias veces en el costado y le arrebata el dinero de la cuenta. Todos los demás usuarios entregan sus pertenencias al punto.

El asalto se consuma en menos de cuatro minutos en Allende, una de las principales calles de Chicoloapan al filo de las 17:40 horas, por donde entran combis y autobuses y pasan por varias escuelas, entre ellas la Prepa # 15. Pasando el Tres B, en la esquina de la base de combis los delincuentes bajan del camión en tropel y huyen a pie por la arteria que lleva a los campos de fútbol y al frontón.

Son desalmados por su desapego a la vida de los demás, por su proclividad a la agresión y su nulo sentimiento de piedad hacia el prójimo.

Son parias peligrosos por su evidente mala facha que nace de la permanente proximidad a la música de narcos y películas mega-violentas donde imitan formas de humillación, y lesionar se vuelve cosa común y corriente.

¿Y los rondines de vigilancia, los policías de barrio, las patrullas nuevas, los operativos de revisión, la preocupación de Andrés Aguirre, alcalde de Chicoloapan, por la seguridad pública de la ciudadanía?

Los atracos a los camiones que van a Beta y Ara son a diario. Los maleantes roban al entrar a Chicoloapan. ¿Qué clase de ciencia criminalística se requiere para dar con los atracadores?