Armando Ríos Ruiz |
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Perfil de México
Las ligas con el crimen
Armando Ríos Ruiz
Conforme ha pasado el tiempo durante el actual sexenio, el Presidente se ha ido al fondo del abismo paulatinamente y, claro, porque él mismo ha trazado su propio destino, de acuerdo con la frase de José Ingenieros, plasmada en su libro El Hombre Mediocre y que hoy, las falibles redes sociales, a las que hay que consultar con mucho tiento, atribuyen al poeta nayarita Amado Nervo, quien, en su poema En Paz, la citó, pero debidamente entrecomillada.
Seguramente, el mandatario creyó de manera fehaciente lo que en casa le decían: que es un ser superdotado, con alcances extraordinarios y destinado a lograr acontecimientos dignos de loas, como ya lo hemos dicho muchas veces en este espacio. No pensó que los pasos que decidió dar, alejados totalmente de perseguir un sitial de privilegio, lo llevarían a consolidar esa grandeza, pero arropada por la indignidad, por la desvergüenza y por el cinismo.
Hoy está convertido en el Presidente Narco. Lo mismo en México que en el extranjero. En muchas latitudes del planeta. Es un hombre ejemplo de la vulgaridad y de la procacidad. Dueño de una inteligencia muy pobre y de una ignorancia rebosante de insolencia y de impudor. Irrespetuoso y vulgar. Aunque estos atributos sean admirados por sus iguales. Por los que, como él, sienten rencor por los ciudadanos que han destacado en la vida.
Pero hoy, ya ni los mismos mexicanos denominados chairos o enamorados del personaje que nos desgobierna, quieren asomar la nariz en las redes sociales. Tal vez ’PIGmenio’ Ibarra, el hombre destinado a orientarlos a cambio de 150 millones de pesos y más prebendas, no encuentra los elementos necesarios para aconsejarlos y los ha abandonado a su suerte, que es la de quedarse callados ante la andanada de información en contra, aparecida los últimos días.
Ya no será posible quitarse el mote de Narco Presidente.
Ni con la ayuda del ex, de Estados Unidos, Barak Obama, quien ordenó suspender la investigación en su contra, que emprendió la DEA y que alcanzó a dilucidar sus posibles nexos con el crimen organizado o con los que operan desde Sinaloa, que descubrió una aportación de dos millones de dólares para su campaña entonces.
Y como le es imposible abandonar esos gestos que le hicieron pensar a muchos, que engaña con la verdad —y que lo crea quien quiera—, cuando aparecieron las investigaciones publicadas en Estados Unidos y en Alemania, que hablaron de estos hechos, nuestro flamante mandatario dijo en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, que como siempre, todo lo que gira en su contra. Lo que no lo favorece o lo que lo pone en entredicho, es mentira.
Pero si hacemos algo de memoria, ¿lo de las ligas de René Bejarano, que metió a sus bolsillos con todo y billetes, es mentira? ¿Lo de Carlos Imaz, ex esposo de la ahora candidata presidencial, fue mentira? ¿Lo de Gustavo Ponce, secretario de Finanzas de la Ciudad de México en el gobierno del tabasqueño, quien fue visto en apuestas millonarias en Las Vegas, fue mentira?
¿La encriptación de gastos, compras y demás, por la construcción de los segundos pisos, son mentiras? ¿Las supuestas aportaciones a los hermanos y que ahí están en videos con todo y audios, son mentiras? ¿Los negocios de los hijos, descubiertos por Latinus, son mentiras?
¿La casa gris, los veraneos de José Ramón en los lugares más caros del mundo, son mentiras? Y un largo etcétera…
Se atrevió a decir que quienes descubrieron parte de esa investigación, no son reporteros, cuando se trata de periodistas laureados con uno de los reconocimientos más codiciados por el gremio, o por el premio Pulitzer de Estados Unidos.
Debió imaginar que se trataba de quienes lo acompañan en sus mañaneras, que carecen de un medio dónde publicar y que acuden a llenar espacios a cambio de un sueldo por desmañanarse.
’Denunció que detrás de todas las campañas de desprestigio en su contra tenían relación con el denominado bloque conservador, especialmente con el empresario Claudio X. González’. Se le olvidó Genaro García Luna.
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