Es mentira la creencia presidencial de que la corrupción sea un problema cultural. Implicaría que los mexicanos no tenemos remedio. Vaya que no conocemos la integridad. Craso error. Los poderosos, los amigos, los compadres, no son medidos con la misma vara. Tienen garantizada la impunidad. La ley debe aplicarse indiscriminadamente. A ricos y pobres. El mandatario habló de ella, de la pudrición, en una charla con periodistas. Pero en su mensaje a la Nación, no la tocó, como tampoco otros temas. Acaso porque da miedo invocarla. Claro que las élites de la economía y de la política sólo hablan de las Reformas que van y vienen, porque ninguna toca sus privilegios. Por el contrario, los acrecientan. Si a esa “cultura” se refirió el hombre de Los Pinos, pues tiene razón. Pero debe saber que la podredumbre y la falta de un sistema de rendición de cuentas que ponga fin a la deshonestidad, pone en predicamento la imagen del gobierno federal y el porvenir de las reformas aprobadas, con las que se quiere mover a México. Claro que el país está cansado de que se hable y se practique como uso de cuño corriente la corrupción. Pero falso que sea nuestra cultura. Al menos en los que no han nacido con pañales de seda, como bien dicen los que tienen hambre y ven comer a los que excesivamente les sobra pan. Mario Melgar Adalid, amigo investigador de la UNAM, coincide con nosotros cuando afirma que la cultura de los mexicanos no es la cultura de la corrupción, cuando se les atribuye. No. La corrupción no está en la cultura, ni en la historia, ni en las tradiciones y costumbres. Mucho menos en todos los mexicanos. Está en la ausencia de un Estado de Derecho. En los arreglos inconfesables. En el otro pacto no firmado por quienes al beneficiarse con las canonjías del poder, han destruido al país al volverlo desigual, inseguro, injusto. No, reiteramos también, que la corrupción no somos los mexicanos como asevera el joven mandatario. El, quien dice manejar el Estado mexicano deberá poner remedio a este mal de pocos y fastidio de muchos. Es función del gobierno y esa sí resultaría una auténtica reforma estructural. Pero están inmerso en otro asunto, más importante: el hangar de 137 mil millones de pesos, ¿para el nuevo avión?
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