Magda Bello. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2018 | Líderes Políticos

La Venus de los perversos. Capítulo V


I Epístola a Lucca

La Venus de los perversos. Capítulo V
Julio 06, 2020 18:31 hrs.
Cultura ›
Magda Bello. Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2018 › Líderes Políticos

𝗟𝗔 𝗩𝗘𝗡𝗨𝗦 𝗗𝗘 𝗟𝗢𝗦 𝗣𝗘𝗥𝗩𝗘𝗥𝗦𝗢𝗦
Capítulo V

I Epístola a Lucca
’Estimado Luca han transcurrido ocho meses, nada me debes, tu amigo Atilio que ahora es como hermano ha sido de gran ayuda, no podré regresar a Jerusalén en invierno y terminar la obra encomendada por el obispo, para entonces tendré reunidos unos cuantos ducados y así colaborar con la gracia encomendada. Acá pocos mercaderes se rinden ante las demandas de la iglesia en el apogeo de entregar sus pertenencias por el peso del pecado que los asedia, y las indulgencias cada vez se cobran más altas, esto para terminar la construcción de la basílica, quizá no deba hacerlo pero me entregué al humilde oficio del pincel. Por otra parte, Atilio nuestro amigo y hermano conoció a una mujer, viuda de un prestigioso banquero, éste murió en la ducha de su baño, la causa del suceso, no tengo la menor idea. Ella le ha encomendado un desnudo al óleo que mostrará en una recepción exclusiva en su honor, por consiguiente no asistiré a ese festejo disoluto y pagano; aunque Atilio me ha rogado le acompañe, según dice, es menester que conozca a la familia Médici para la promoción de mi obra ’La basílica de San Marcos’
Os saludo con ósculo santo.
Ubaldo.

𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗩

Las mañanas de Venecia son un disparate, todo un encantamiento, los ventanales de los palacetes se abren de par en par, junto a cortinas escarlatas que bailan con los aires del mar adriático. No hay espacios en sus magistrales jardines, como Florencia, cada rincón adornado con majísimas piedras de topacios y posesionados paraninfos. Y en estos ocho meses Atilio ha jugado con las flores silvestres, todas han descendido a sus pretensiones.- Parece que viene llegando.

- Qué tal si conocieses a Madame Bridgette. Es una mujer sesentona mantiene a flote su femineidad. En su residencia Los Fantoches, la veneradísima se desnudó frente a mí, quedé absorto en su espejismo pecaminoso, hasta podrían extraerme el cuero cabelludo o una calentada en la hoguera, créeme amigo Ubaldo logré escabullirme en el instante que una joven despampanante irrumpió en el salón. ¡Este miembro viril!- señalando sus partes íntimas- En ocasiones me avergüenza. Ahora que la baronesa enviudó no perdonaré sus travesuras, ¿Cómo indagó que estoy en Venecia? No lo sé, me ha mandado a llamar su petición es precisamente hacerle un desnudo, querido Ubaldo ¿lo harías por mí?
- ¡Válgame Dios! Sin duda esa sacro encomienda es dada a ti, llevo años como asceta y pretendo mucho más. No quiero líos de mujeres, menos con Madame Bridgette, su influencia en la iglesia y la monarquía es notoria. Terminaré de dibujar la puerta de bronce de la basílica, me atrapa su arquitectura bizantina.

Los días transcurrían y como costumbre, Atilio recorría el laberinto acuático en mi embarcación, cada tarde extasiado mostraba el lienzo de una mujer con ropas ligeras y porte arrogante, moldeaba con su pincel el contorno de sus senos.

No todo era pasmoso, Atilio con voz entrecortada, sentía impotencia ante las palizas que madame propinaba a su joven esclava. Y todo porque su criada me perseguía con la mirada, me hipnotizaba con sus enormes encantos…-
- ¿Quién es ella? – interrumpí
- La carbona del Sur de África, si la conocieses Ubaldo, tiene unas piernas como las yeguas que tiraban los carros de Nabucodonosor, esta robusta mujer cubría los declinados senos de su ama con una sábana de finos bordados que habían recorrido la ruta de la seda desde China. La sublime africana quemada por el sol de Etiopia me lanzaba señales con sus ojos hasta devorarme, no es para poco, deseaba engullirme en sus apretadas nalgas, y yo, este pintor concentrado en Madame Bridgette posando licenciosa, en un abrir y cerrar de ojos quedó mirando mi empinado falo y sin más golpeo a la negra frente a mí. Como un cobarde seguí pintando, la joven acabó sin ropas y moretones.

Indignado por el relato de Atilio, aún más rehusaba asistir a los festejos de una sociedad inhumana.

Atilio culminó su extravagante pintura llamada ’Madame Bridgette’ y cuando la develaba en mi taller, examinaba los colores, la textura, el trazo perfecto donde yacía, un sillón bergere de madera noble, confortable, de agradables proporciones y ropaje, su respaldo y laterales eran acabados con cañas. Relajada, montaba su trasero en un enorme cojín de color cerúleo.

El lienzo de ese demonio me incitaba a buscar cortesanas, al verla, un espíritu de lujuria me posesionaba, al reparar su cuerpo extravagante que ni el paso del tiempo hacia mella, sus acolchonados pechos un poco deformes a mi parecer, pero ¡sus muslos!…. ¡Oh ese fondillo! conducto al infierno para ser soplado y sumergido en llamas.

Y desde la ventanilla de mi taller vislumbraba la portentosa basílica de San Marcos traída desde Alejandría por el emperador Constantino.

Sortearon mis dudas de asistir o no a la fiesta de la Madonna, conocería a nobles, príncipes, pintores, arquitectos, estadistas, mecenas de las artes, banqueros como los Médici, en ocasiones aparecen poetas, esos amantes de la literatura griega, hábiles sabuesos de la lírica, hasta entonces no habia trascendido a esos niveles de la opulencia, mi único interés era el estilo euclidiano en mis lienzos.

Caminé ligero por la Piazza, ahí las memorias se me vienen como ríos al mar, esos recuerdos de mi padre, marinero de profesión junto a este jovenzuelo inclinando a la orilla de la barca, miraba mi rostro distorsionado en el vaivén de la marea veneciana. Atrapado entre centenas de palazos orientales adornando la ribera del agua, y el estorboso sonido de campanarios, que se escuchaban a media legua francesa.

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