Alex Sanciprián | todotexcoco.com

¿Ir o no ir al CCMB para ver y oír palabras de José-José?


He aquí algunas ideas de valoración de lo que algún día fue y ya no será.

¿Ir o no ir al CCMB para ver y oír palabras de José-José?
Junio 11, 2014 12:42 hrs.
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Alex Sanciprián › todotexcoco.com

Texcoco, Edomex.- Quedarse con la imagen y la voz del mejor José-José, el original, es también una forma de ejercer esa opción de defender lo usado y la dignidad de lo agotado.

¿Ir o no ir al Centro Cultural Mexiquense Bicentenario (CCMB) el 12 de junio a otro homenaje para el genuino “Príncipe de la canción”?

¿Palabrería, metafísica de bisutería o derecho a tener derecho a lo usado?

Se dice que el derecho lo concede un poder. ¿El de la experiencia, de la sabiduría, por añadidura?

Es conocido que desde ancestrales civilizaciones se rinde culto, reconocimiento y varias consideraciones a la gente vieja, experimentada.

De tal suerte, es posible considerar la reflexión de desarrollar un derecho a la decadencia. Y por precisión y extensión un planteamiento en torno a ejercer cierto derecho a la dignidad de lo caduco.

“De la ventaja de no estar a la moda” y “En defensa de lo usado”, ambos ensayos de Salvador Novo dan cuenta de algunos aspectos que inciden en esa especie de valoración de lo que ya fue y no volverá a ser.

Novo apunta en el primer ensayo lo siguiente: “Nunca se siente más el encanto de ignorar la actualidad palpitante que cuando se enferma uno o se va de la ciudad”.

El mundo del espectáculo se ha distinguido, desde siempre, por ser una industria donde se rinde culto a lo efímero y se asestan paladas grandiosas de adjetivos para enterrar lo desechable.

Muy pocas personas y sus quehaceres circulan con la estafeta de la vigencia.

Quienes lo consiguen alcanzan el rango de clásicos.

En ese sentido, cabe la pregunta: ¿José-José es un clásico?

Sí y no.

Sí, porque ha formado parte de la educación sentimental de un par de generaciones hasta ahora. Cientos y miles de rockolas de restaurantes y bares tienen parte de su repertorio como de las consentidas del público consumidor.

No, porque el almidón de su figura de cantante de melodías románticas se desvaneció desde hace años por influencia de la vida azarosa y pletórica de excesos que tuvo.

Altas y bajas pareció ser el destacable rango que imperó en su marca personal desde la década de los ochenta.

Él mismo lo ha dicho: gané millones, miles de pesos que después nunca supe dónde quedaron. Me robaron mis representantes.

Y sin embargo, repuntó, consiguió alzarse como el ave fénix de sus prontas cenizas que algunos empezaban a arrimarle.

En los días que corren qué le dice José-José a los jóvenes, independientemente de su previsible “speech” de superación personal (no exento de citas bíblicas) y el “yo sí me quité del vicio”.

Escuchar sus melodías de cuando estaba en su mejor época es una manera de ejercer ese derecho a la decadencia, tal vez, por lo que se ha estirado tanto, se ha usado y malgastado tanto que se ha reventado.

Aquí es donde las imitaciones de quienes le idolatran oscilan entre el remedo y el mecánico empate de una tesitura de voz sin el feelling del original.

Salvador Novo apunta en su ensayo “En defensa de lo usado” que “Una de las más deplorables características de nuestro época es la de no permitirnos gozar íntegramente de ninguna cosa, persona ni cosa”.

La factible grandiosidad de la voz y la presencia de José-José ha dado de sí.

Es tiempo, entonces, de ejercer, asumir ese derecho a la dignidad de lo caduco.

Quedarse con la imagen y la voz del mejor José-José, el original, es también una forma de ejercer esa opción de defender lo usado y la dignidad de lo agotado.

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