Despedir y prohibir en vez de solucionar, es la enorme aportación de funcionarios y representantes. Con sus métodos los deberíamos despedir, absolutamente a todos. Hablan de orejas, pero no se ven en el espejo. Nos referimos, claro está a quienes integran la asamblea de representantes, fundamentalmente. Pero sin olvidar a otros políticos, que sin tomar en cuenta al pueblo que los mantiene y sostiene siguen tan campantes en su nube de perfección. Bien dice doña Sara Sefchovich, investigadora de la UNAM, que “el método es así: si no sabes qué hacer, prohíbe. Si no sabes cómo resolver, despide”. En nuestro país todo se resuelve, entre comillas, sin pensar en las consecuencias. Tenemos el ejemplo de la reforma fiscal que solo el secretario dice que es buena. Mientras el resto de los mortales, desde los que saben y los que padecen, dicen que no. Otro ejemplo, más reciente, fue la decisión de obligar a los dueños de circos a despedir a los animales, porque ya no podrán trabajar en las carpas. Vaya, como a los ex policías sueltos en las calles, que deberían estar enjaulados. Los asambleistas, sin pensarlo, lo que demuestra que es cierto, decidieron dos tragedias: que los animales se queden sin trabajo y por ende, sin sustento. Acaso el gobierno del DF se encargaría de alimentar a elefantes, osos, tigres, leones, perros, camellos, caballos, changos, etcétera y etcétera. Si no puede con los humanos que no tienen casa, vestido y sustento. Si los diputados “junior” querían proteger a los animales, esa debía ser la ley. Castigo para quien los maltrate. No sentenciarlos a su despido, a su abandono. Tal vez hasta su muerte. Coincidimos también en que vivimos en un país en el que nadie píensa las cosas en serio. Ni las consecuencias de las acciones. Ni de las leyes. Todo se decide en caliente, sin cuidado, sin consultar con los que saben. Es verdad que a México le urgen mejores políticos. Pero nosotros, nadie más, tenemos la culpa. En cada palabra u acción, los aplaudimos.
craveloygalindo@yahoo.com.mx