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Exposición colectiva NUBECILLA


En la "Casa de Tlacuilos" del maestro Hermenegildo Sosa

Exposición colectiva NUBECILLA
Octubre 06, 2014 00:44 hrs.
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(EN LA FOTO: La pintora Araceli Ordóñez Cordero y el poeta Fernando Fernandez Frausto).

* Participan alumnos del Centro Popular de Artes Plásticas "Mariano Paredes" del INBA-SEA
* Ubicado en la "Quinta Colorada", primera sección de Chapultepec
* Profesor Gerardo Torres González

El conjunto de trabajos presentados en la exposición colectiva NUBECILLA es una gama de conceptos y temas diversos que confluyen y divergen en visiones de auto conocimiento; percepción del mundo, condición humana y huellas personales. Dicha heterogeneidad de propuestas plásticas exploran distintas técnicas de dibujo y pintura.
El origen de esta muestra es itinerante. En esta ocasión se abren generosamente las puertas de la Casa de Tlacuilos, galería particular del Maestro Hermenegildo Sosa, a quien se le agradece su hospitalidad.
Así, NUBECILLAS nos invita a ver cada obra como una nube del cielo cambiante a nuestra percepción, anhelos, esperanzas a crear por medio de la imaginación un mundo mejor, el mundo del Arte, "nuestro mundo Interno".
Las sonrisas en los rostros de los asistentes sirvieron de marco en este evento artístico. Los invitados comenzaron a llegar, uno a uno, tomada de la mano de algún acompañante, con los ojos ávidos de emoción. El recibimiento del Maestro Hermenegildo Sosa es como siempre cordial.
Eran las 17:20 horas. Hermanados familiares y amigos del medio plástico, escucharon con atención las palabras del maestro Gerardo Torres González. Agradeció la presencia y hospitalidad del maestro Hermenegildo Sosa, quien fue el encargado de cortar el listón inaugural. Así, entre aplausos, se dio pie a la apertura.
De inmediato, los ojos se posaban en los primeros cuadros que a la vista regalaban destrezas del grafito, sanguinas que corren por la textura del papel; miradas escudriñadoras y de asombro por parte de los invitados.
Los artistas contestaban con prontitud las preguntas en cuestión de su obra, datos curiosos, y remembranzas.
Los bocadillos comenzaban a circular de mano en mano entre los invitados. Los brindis con vino eran requeridos para desear a los pintores buenos augurios.
En los primeros escalones había cuadros con armonías de color, bañando el entorno, como los cálidos abrazos que se prodigaban a cada paso. Los pestañeos de luces de las cámaras fotográficas no podían faltar; poses de nervios y gustos que convergen en el aire que se respiraba; olores perceptibles de óleos, tizas sobre el blanco instante de murmullos como de avispas, cada cual posada en su flor.
Así los pasillos fueron recorridos de un lado al otro contemplando las obras y sintiendo la expresión de cada una de ellas. Al mismo tiempo los invitados daban muestras de su apreciación.
Las gamas frías fueron contrastadas con el fuego desprendido de los colores cálidos. Temas diversos: vida y muerte hermanados; no podían faltar, alegorías de tiempos arcaicos, postmodernismo de una cadena de sentimientos como el amor, temas recurrentes como la desnudez del cuerpo con un mensaje oculto y tácito para el poeta camuflado entre la piel.
Las risas llenan el espacio. El constante ¡salud! ¡salud! se desprende de las gargantas que platicaban, ya con los profesores, ya con los artistas. El maestro Hermenegildo Sosa -como buen anfitrión- comparte con todos su pasión por el arte.
Pero así como llegaron uno a uno los presentes, se fueron retirando, dejando en la intimidad del tema del arte a los pintores, complacidos con los comentarios, haciendo uso de la palabra a pequeñas bromas pintorescas.
El vino tinto se confabulaba con los olores de las botanas. Miradas triunfales del profesor Gerardo Torres. Los primeros mareos de uno que otro compañero era causa de risas y diversión, al son de la noche que regalaba un viento dulce, colado por una de la puertas que era muy solicitada al exterior.
Y llego la hora de partir -no el adiós- sino hasta pronto, con los ya cansados brazos de todos, sinuosos pasos más que las olas del mar. La calle fue testigo de esos murmullos que se perdieron a los ojos del maestro Hermenegildo Sosa, de pie en el umbral de la puerta mirando el correr de la noche…

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