Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ | guerrerohabla.com

Presente lo tengo yo

El Voltaire mexicano

Armando Fuentes Aguirre ’Catón’

El Voltaire mexicano
Marzo 17, 2021 18:59 hrs.
Periodismo ›
Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ › guerrerohabla.com

Hay en Saltillo una calle que se llama Nigromante en memoria de don Ignacio Ramírez, que con tal mote firmaba sus artículos. Fue él hombre destacado en la época de la Reforma. Ministro de Justicia, Instrucción Pública y Fomento, hizo cosas de mucho mérito: proclamó la libertad de los municipios; suprimió impuestos onerosos, y procuró la separación de la Iglesia y el Estado. Hizo en cambio otras cosas merecedoras de olvido, como decretar la desaparición de las corridas de toros. Quedó para la historia esa gravísima culpa en que otros con igual mala fortuna han incurrido.

Nativo de San Miguel de Allende, Guanajuato, Ignacio Ramírez fue a vivir en la Ciudad de México cuando cumplió 17 años. Estudió la carrera de Derecho, y al mismo tiempo se dedicó a afanes de periodismo y poesía. Enemigo de lo establecido, quería renovarlo todo. En nuestros días él habría sido también una piedra en el zapato de la 4T. Su cáustica ironía al criticar las instituciones le merecieron el título de ’El Voltaire de México’, apodo del cual hizo burla don Marcelino Menéndez y Pelayo diciendo que entre Voltaire y el Nigromante había la misma distancia que entre el franco y el peso mexicano. Se le escapó a don Marcelino el pequeño detalle de que en aquellos venturosos tiempos el peso y el franco estaban a la par.

PUBLICIDAD

Fue el Nigromante quien en una conferencia escandalizó a los asistentes al decir: ’Dios no existe’. Con esa frase lo pintó Diego Rivera, despistado, en el mural que hizo en el desaparecido Hotel del Prado, de la Capital. La verdad es que no había razón para el escándalo: Ramírez completó su sonorosa frase diciendo: ’Dios no existe: Dios es. Existir es ser en el tiempo y cambiar en su transcurso. Dios es eterno, y no cambia jamás’.

Sostuvo don Ignacio Ramírez una polémica enconada con Emilio Castelar, distinguidísimo orador y polígrafo español. Sostenía este señor que los pueblos americanos debían seguir fieles a los modelos de España. El Nigromante, en cambio, opinaba que las nuevas naciones de la América habían de buscar su propia identidad y apartarse de la servil imitación de lo europeo. Tenía razón don Ignacio, y voces y plumas muy autorizadas tanto de América como de Europa validaron su punto de vista. En un gallardo gesto Castelar admitió su derrota –entonces aún había caballeros-, y envió un retrato suyo al Nigromante con esta expresiva dedicatoria: ’A don Ignacio Ramírez. Recuerdo de una polémica en la que la elocuencia y el talento estuvieron siempre de su parte. El vencido: Emilio Castelar’. También hay una calle de nuestra ciudad que lleva el nombre de este español, tan famoso en su tiempo, tan olvidado ahora.

Pero volvamos al Nigromante. Personaje público de nota, varias veces ministro y magistrado de la Suprema Corte de Justicia, Ignacio Ramírez fue hombre de honestidad purísima, igual que los demás de la Reforma. Murió a los 61 años de edad, padre de cinco hijos que habían perdido ya a su madre. Cuenta don Ignacio M. Altamirano que a la muerte del Nigromante reinaba en su casa una pobreza tal que no se halló ni siquiera para costear los gastos del entierro. Sabedor don Porfirio Díaz de aquella circunstancia dispuso que el funeral se hiciera por cuenta del Gobierno, y ordenó que se entregasen 500 pesos a las hijos del ameritado mexicano (100 pa’ ca’uno, si no calculo mal). Dice también Altamirano que la fama del Nigromante era tal que su sepelio estuvo más concurrido que el del mismísimo presidente Juárez.

Armando FUENTES AGUIRRE
‘Catón’, Cronista de la Ciudad
PRESENTE LO TENGO YO

Ver más


Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

El Voltaire mexicano

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.