Armando Fuentes Aguirre ’Catón’ | guerrerohabla.com

Presente lo tengo yo

Divorcio estilo Laguna

Armando Fuentes Aguirre ’Catón’

Divorcio estilo Laguna
Octubre 20, 2020 17:38 hrs.
Periodismo ›
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Hay varias maneras de divorciarse. Una de ellas es, por ejemplo, la italiana. O fue, más bien, porque ese modo ya desapareció, afortunadamente. Voy a explicarme. Durante muchos años el divorcio estuvo prohibido en Italia. Tal prohibición era resultado de la influencia del Vaticano sobre los legisladores. Para la Iglesia Católica el divorcio es anatema, y con su fuerza política logró que el Código Civil de Italia adoptara esa misma posición. Sólo que la realidad es más fuerte que el Derecho -y que las iglesias-, y entonces los italianos inventaron una gentil manera de disolver el matrimonio. Esa manera consistía en asesinar a la esposa o al esposo, según el caso. A dicha costumbre se le conoció con el nombre de ’divorcio a la italiana’. Hasta una película que se llama así se hizo para tratar el tema.

Los mexicanos no fuimos ajenos a esa costumbre. En un tiempo llegaron a hacerse famosas las ’autoviudas’, buenas mujeres que un día amanecían sin ganas ya de soportar a su marido, y lo mataban, generalmente con procedimientos sumamente drásticos: a hachazos, o dándole a beber medio litro de veneno para las ratas en lugar de leche. Hubo abogados, como Querido Moheno o Chucho Urueta, que ganaron notoriedad logrando la absolución de esas heroicas señoras vistiéndolas de negro y haciéndolas llorar frente a un jurado que también lloraba y que ni siquiera se tomaba tiempo para deliberar antes de rendir su veredicto de inocencia.

El señor cura Morales, párroco que fue de San Nicolás de Tolentino, en Ramos Arizpe, admitía de buena gana la solicitación de los casados que iban con él ’a que los divorciara’. Les pedía que esperaran un momentito ahí, en la sacristía. Salía y regresaba a poco blandiendo un enorme garrote de la más dura madera de mezquite.

-¿A cuál de los dos le voy a dar? -preguntaba haciendo girar el basto como Babe Ruth su bate.

-¿Qué hace usted, señor cura? -preguntaba alguno de los dos al tiempo que ambos retrocedían con esa exquisita prudencia que da el instinto de conservación.

-Dicen que vienen a que los divorcie -respondía expeditivo el señor cura Morales-. Y como según la Santa Madre Iglesia el vínculo matrimonial sólo se rompe con la muerte de uno de los esposos, quiero que me digan a cuál de los dos me echo.

Salían empavorecidos los dos presuntos divorciados y no paraban sino hasta llegar al refugio de su hogar, donde después de hablar llegaban a la conclusión de que quizá no era tan buena idea aquella del divorcio.

El modo más singular de divorciar que yo tengo noticia, sin embargo, lo usaba un cierto abogado de Torreón. Su nombre no lo digo, pues no tengo autorización de su familia para revelarlo, pero sí digo, en cambio, que nadie más que él usaba ese método para divorciar. O para no divorciar, según el lado por el que se vea la cuestión.

Ese abogado pensaba que su primer deber cuando alguien le pedía que le tramitara su divorcio era tratar de evitar el rompimiento. De sus pistolas, como quien dice, procuraba hallar entre los esposos en discordia una vía de conciliación y avenimiento, sobre todo si eran muy jóvenes y tenían hijos pequeños. Cuando se daba cuenta de que valía la pena salvar un matrimonio, y de que había condiciones para mantenerlo, se esforzaba por convencer a los casados en pugna de que no se divorciaran.

-Con eso no gano dinero -decía-. Pero de nada sirve ganar dinero si se pierden otras cosas.

¿Qué hacía ese abogado de Torreón para determinar si un matrimonio se podía salvar todavía o ya no? Mañana lo diré.

Continuará.


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