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Opinión

Crónicas con letras

Juan Sánchez Andraka

Crónicas con letras
Junio 29, 2021 22:52 hrs.
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Antes de la pandemia fui a Oaxaca. Me hospedé en un hotel del centro. Mi esposa y yo bajamos a cenar al restaurante del propio hotel. Acostumbro, desde hace muchos años, tomar copa y media de mezcal en la noche. Lo tomo sorbo a sorbo, como besándolo. Solamente lo tomo en mi casa de Omeapa. Mi tío, Manuel Mesa Andraca, fue quien influyó en mí para adquirir esta costumbre. Él tomaba dos copas antes de comer. Un día me dijo: ’A mis ochenta y cinco años nunca me he enfermado. El mezcal ha sido un factor para mi salud. Tomado así, poco a poco, es muy saludable. Tú debes tomarlo. Pero mira: el mezcal merece respeto. No debes tomarlo en lugares concurridos. Debes tomarlo en una hora determinada. Preferentemente, sólo. Quizá con amigos verdaderos. La hora de tomar mezcal debe ser para ti la hora en que estés plenamente contigo mismo’. Mi tío murió a los ochenta y ocho años por accidente.
Andrés Henestrosa, escritor Oaxaqueño, llegó con energía y salud a los ciento cinco años. Cuando cumplió cien le pregunté: ¿Qué hago para llegar a la edad de usted en las condiciones en que usted está? Para contestarme me abrazó y me dijo: ’Bebe dos o tres copas de mezcal al día.’
Esa noche, en Oaxaca, en el restaurante del hotel, mi esposa me sugirió pedir una copa, a pesar de no estar en nuestra casa de Omeapa. La pedí. Me costó ¡ciento veinte pesos! Era un mezcal extraordinario. El restaurante en el que estábamos era de cierta categoría. Me acordé que en Acapulco en el restaurante de un hotel cerca de la diana, en la costera, pedí una copa de mezcal. Esto fue hace casi diez años. El mesero, quizá impresionado por mi tipo francés, me dijo amablemente: ’Mire, señor. Aquí en Guerrero el mezcal solamente se toma en las pozolerías. Puedo traerle un buen tequila.’
Todavía había discriminación para la bebida más representativa de nuestro Estado. El mezcal era considerado como bebida de baja calidad. Era propia de los indígenas y campesinos. Se perseguía a los fabriqueros. Había inspectores del gobierno que destruían las fábricas y tiraban el líquido. Ser fabriquero era como ser delincuente,
Las fábricas, hasta hace pocos años, estaban escondidas, Nunca dejaron de producir mezcal. Era ofrenda, lazo de amistad, medicina… ¿Un susto? Mezcal. ¿Alegría? Mezcal. ¿Duelo? Mezcal.
Los fabriqueros son, ahora, exitosos. Distribuyen su mezcal en todas las naciones y se sirve en bares y restaurantes de lujo. Se ha declarado que es la bebida más pura y sana.
Para nosotros, los guerrerenses, el mezcal que aquí se elabora, por su calidad y pureza, es motivo de orgullo. Es una de nuestras mejores cartas de presentación

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