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El transporte publico y el "Hoy no Circula

Crónica de un día en el transporte público

Armando Velasco Castrejón

Crónica de un día en el transporte público
Septiembre 05, 2014 20:25 hrs.
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Sonó el despertador. ¡Chin!... Otro día y lo peor, es lunes. Bueno, al mal tiempo, buena cara. Me levanto para ir a encender el “boiler”. Paso por el espejo y veo una cara de “retrato hablado” que se refleja mostrándome ¡Qué jodido estoy!... Me rechinan todas las articulaciones y algunas hasta me duelen. Pero bueno, un cafecito me volverá a la vida.
Después de pasar por el ritual matutino del baño y la rasurada, etc. Tomo un buen desayuno, me visto y vámonos a la chamba. Camino por la explanada de la Unidad en la que habito y a enfrentar esa tierra de nadie, en la que una manada de depredadores está al acecho. Después de esquivar a los microbuseros, taxistas, minibuseros, patrullas mordelonas y demás animales de presa, llego a la entrada del metro. Claro, antes hay que pasar por el montón de puestos de fritangas en el que con cada respirada, en cada puesto, aumentan mis índices de colesterol. “Gambeteo” a los que en la entrada están vendiendo infinidad de chácharas, desde cajetillas de cigarros de a 10 “varos”, sánduiches y yogures, periodiquillos argüenderos, tortas, “guajolotas”, jugos y también a algunos limosneros. Muestro la “viejomer” a la “poli” que está cuidando la entrada y paso a los andenes.
Allí me topo con varias manadas de búfalos africanos, enmochilados, con enormes maletas algunos, situados en los lugares estratégicos para abordar el medio de transporte insigne de chilangolandia.
Al grito de “újule” entramos en estampida, abordamos el vagón y tratamos de conseguir un asiento. Si lo logramos, a veces es un verdadero triunfo, pues a leer si tuviste la precaución de traer un libro o una revista o un periódico. Tu compañero de viaje, en lo que te sentaste y abriste el periódico, libro, revista, en la página que quieres leer, ya está profundamente dormido y por supuesto, te lo llevas cargando en el hombro, con riesgo a que te lo babee.
Luego empieza la función: “Teatro espontáneo”, en el que una pareja acompañados por una niña, interpreta algo que quiere ser chistoso o tragicómico; un mago-muy bueno por cierto- que hasta mete una mesa en la que hace sus trucos; los vendedores de chicles “sin azúcar”-claro, para evitar la diabetes-; pastillas para la tos; ungüentos o pomadas con veneno de abejas, hormigas, víboras de cascabel y hierbas medicinales para “esos dolores en las rodillas, la espalda..”; juegos de destornilladores para “esas reparaciones en la oficina y el hogar”; la joven que a diario nos canta una canción –la misma siempre- para “ayudar a su hermano enfermo que está sometido a hemodiálisis”; al viejito enfermo de la próstata que requiere ayuda para comprar medicamentos; el cieguito que canta himnos religiosos y nos llena de bendiciones; el viejito barítono que todas las mañanas nos canta con su voz profunda, un tanto cascada, “Guadalajara en un llano, México en una Laguna”; los “chavos en situación de calle” que nos arrojan el discurso de que prefieren someterse al castigo de azotarse contra un montón de vidrios en el piso “por una moneda que no afecte nuestra economía”, en lugar de andar de “gandallas” afanándose celulares, carteras, etc. o haciéndose puré el cerebro con una “mona” de thinner; los esclavos de Aquiles y su “Antorcha Campesina”, indígenas –hombres, mujeres y niños- de la sierra norte y nororiental de Puebla, con sus pies descalzos (mujeres y niños, los hombres usan huaraches) y un papelito mimeografiado, solicitando apoyos para comer y claro, los infaltables vendedores de cd´s piratas, con 950 temas de narcocorridos, cumbias norteñas, salsa, reguetón, batacha, rock, tríos y hasta dizque “música clásica”, pasando por Arjona, Luismi, Juanga, Chente, “El Potrillo” y otro montón. Todos a 10 “varos”, probados y garantizados, en formato mp3. Ya hasta me saludo con ellos.
Llegamos a nuestra estación de transbordo –Chabacano- y caminamos esquivando las manadas de búfalos que al igual que las nuestras, fueron vomitadas por los vagones de las otras líneas, que como nosotros, buscan la línea que los conducirá a su destino. Al fin llego junto con mi manada y ¡sopas!, una multitud está alineada esperando la llegada del tren, que como siempre, viene dando “un pasito pá delante..”, con esas paradas incomprensibles –para los usuarios- entre estaciones. Bueno, ahora hay que planear la estrategia para entrar. En la puerta, está la “línea” del equipo de los de “adentro” con sus enormes “tackles” cuidando la puerta, impidiendo entradas y salidas del vagón y afuera, nuestro equipo ofensivo es muy ligero. Veo donde haya un “fullback” con suficiente peso y agresividad para que ataque el centro de la línea; un “guard” rápido y un “ala abierta” y ¡al ataque!.. Después de varios intentos, al fin logramos penetrar esa pesada línea ¡y en el “primer down”!, claro sufriendo algunas bajas pero avanzamos las “yardas” suficientes, para que la puerta se cerrara, dejándonos como sardinas mal acomodadas y no sabes si él o la que está detrás de ti, está obrando con buena o mala fe (sólo esperas que te cumpla o te deje como estabas) y bueno, avanzas (en esta línea y a esa hora, ni pensar en leer, te preocupas por respirar y salir más o menos completo en la estación Chilpancingo donde culmina mi viaje matutino. Me espera el de la tarde-noche).
Después de una jornada de trabajo, varios cafés para mantenerme despierto –no hay que olvidar que es lunes- atender llamadas telefónicas, contestar y mandar correos, atender una reunión vía skipe, elaborar el informe de trabajo y su respectiva comprobación de gastos, “cotorrear” con los compañeros, ir a la fondita a comer, llegó la hora de salida. Afortunadamente, hoy no nos cayó “la maldición del burócrata” –el aguacero a la hora de salida que nos deja como sopa o nos obliga a permanecer en la oficina echándonos un cigarrito, para matar el tiempo.
Como hoy no llovió, pues a darle y hay vamos. De último minuto, decido tomar el metrobús hasta la estación Revolución, para allí abordar el metro y ahorrarme las cuatro estaciones de Chilpancingo a Chabacano o las 2 de Chilpancingo a Tacubaya. ¡Qué error y qué horror!!.. El metrobús está atiborrado. Sus puertas de acceso, están custodiadas por la línea de los Osos de Chicago. “Tackles y Tacklas” –¿así se dirá para expresarme políticamente con corrección con eso del enfoque “de género”?- integran un formidable dique y no dejan pasar ni el aire. Nadie entra o sale. Bueno, pues a seleccionar la estrategia. Observo el paso de varios autobuses antes de tomar la decisión. Decido entrar por las puertas de los hombres, ya que “como estoy más allá del bien y del mal”, tengo ambas opciones. Las mujeres por lo que vi, son mucho más aguerridas: bolsazos, jalones de greñas, patadas a la espinilla, mentadas y otras linduras y yo ya no estoy para esos trotes. Así que a buscar mi equipo ofensivo. Para contrarrestar la táctica “T en B” (todos en bola), necesitamos una formación “en cuña” que rompa el centro de la línea y, acordándome de los clásicos Poli-UNAM, comenzamos “La línea, el Core, el Half y el Full, por la gloria del equipo, el espíritu hablará, México, Pumas ¡Universidad!” Y al ataque. Pero en el primer “down” no avanzamos ni un centímetro. Así que a esperar otro autobús y a repetir la jugada que enseñó el “Tapatío Méndez” y ahora sí tuvimos éxito. Ya estamos dentro.
Una cosa es entrar y la otra acomodarte. Como las garzas, con un pie en el aire, comenzamos nuestro recorrido. En la siguiente estación, nos tocó ponernos a la defensiva. Afortunadamente, pensé equivocadamente, esos enormes –a lo alto y a lo ancho- “tackles” que se apropiaron de la puerta, van a poder contener la ofensiva enemiga. Caro pagué mi error de cálculo, me replegaron hasta la pared.
En fin, no les cuento más. Sólo les digo que sobreviví y llegué a la estación Revolución y di gracias a Dios por subirme al metro y ver esas caras conocidas y familiares del bigotón que interpreta Aline en francés pulquero; de los vendedores de alegrías; chocolates; botanas –cacahuates con otro montón de semillas- ; guantes; audífonos para el celular o computadora; de los vende discos; de los “sordomudos” que entregan una estampita de un santo o santa, con un pensamiento de esos que llegan al alma, para que cuando pasen a recogerlas, las intercambien por una moneda; del que vende libros de autoayuda; del “cristiano” que nos endilga el “choro mareador” de “Jesús es el Único Camino”. Casi beso el suelo como Karol Woytila, en su primer viaje al “México Siempre Fiel”. Al fin entramos a la estación Cuatro Caminos y como Don Cristóbal y los hermanos Pinzones, descubrí la tierra prometida y ya no me importó atravesar el inframundo para llegar a mi hogar. Y así terminó mi día viajando en el eficiente transporte público chilango. ¡Loor a los Dioses del Anáhuac por llegar sano y salvo!.....
Y, Mancera: Adelante con el “Hoy no circula”, ampliado también a los domingos y fiestas de guardar, con ese transporte público de “primer mundo” y el retiro de las carcachas del “infelizaje”, la OCDE y su preciso, “El Ángel de la Dependencia”, nos van a colmar de felicitaciones y el D.F. volverá a ser la “Región Más Transparente” de Carlos Fuentes.

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