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El asunto, decíamos es nimio. No se va a caer el mundo si los chips no funcionan, se agotan o se suprimen.

Capufe: cómo hacer un desastre de la nada

Fernando Irala Burgos

Capufe: cómo hacer un desastre de la nada
Agosto 05, 2014 07:58 hrs.
Periodismo ›
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Capufe decidió licitar la renovación de ese sistema de cobro, con el resultado de que un nuevo grupo es el encargado de operarlo a partir de este mes.
El tema es tan nimio que no merecería mayores comentarios, de no ser porque constituye un excelente ejemplo de cómo en una institución pública las cosas más sencillas se pueden hacer tan mal.
Como el lector sabe, desde hace muchos años en las autopistas de cuota existen sistemas para que cualquier viajero frecuente pase su vehículo sin hacer fila ni detenerse, mediante un chip que carga sus consumos a una tarjeta de crédito o a una cuenta prepagada.
Caminos y Puentes Federales, la empresa que administra las principales carreteras del país, decidió licitar la renovación de ese sistema de cobro, con el resultado de que un nuevo grupo es el encargado de operarlo a partir de este mes.
Hasta ahí todo está bien. Pero una medida que estaba determinada desde muchas semanas atrás, no fue dada a conocer hasta que faltaban pocos días para sustituir los aparatos que ya no servirán, por una calcomanía a la que ahora se ha integrado el chip. Por si eso no fuera suficiente, el tradicional centralismo se dejo sentir: los módulos sólo fueron puestos en las casetas de salida de la ciudad de México, no en las que existen en otras ciudades o tramos sólo anuncios, y tampoco hay módulos para quienes entran a la capital. Al fin que deben ser provincianos.
Las consecuencias han sido obligadas: paseantes sorprendidos, larguísimas filas, pérdida de tiempo, saturación del servicio de activación, y más congestionamiento porque mientras todo eso se resuelve, hay que pagar como en el siglo pasado, en las casetas que admiten dinero en efectivo. El cambio ha sido tan desastroso que Capufe se ha visto obligado a prorrogar la aceptación de las antiguas tarjetas, llamadas “tag”.
De ese caos han resultado afectados decenas de miles de viajantes, a lo que debe añadirse que el sistema no sólo lo usan turistas, sino preponderantemente el transporte comercial, de carga y de pasajeros, y empresas que así pueden agilizar sus servicios.
El asunto, decíamos es nimio. No se va a caer el mundo si los chips no funcionan, se agotan o se suprimen. El único cuestionamiento es por qué algo tan sencillo se hace no sobre ruedas, sino con los pies.

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