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Ayotzinapa

Mario Moreno Arcos

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Febrero 08, 2022 21:24 hrs.
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A pocos días del lamentable enfrentamiento ocurrido en la caseta de Palo Blanco entre los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa y efectivos de la Guardia Nacional, Policía del Estado y activos militares, quedan las imágenes de los gravísimos hechos registrados motivando no una, sino muchas reflexiones.
La primera, me parece, tiene que ver con la llamada ’Verdad Histórica’ tras lo ocurrido en Iguala la madrugada del 27 de septiembre del 2014, cuando desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Queda para el anecdotario que siendo alcalde de Chilpancingo, me tocó, junto con sus padres, recibir en la explanada de la Plaza Cívica a los malheridos jóvenes integrantes del equipo de futbol ’Los Avispones’ quienes por desgracia estuvieron en el lugar y la hora equivocada, quedando atrapados y totalmente indefensos aquella fatídica noche en la que resultaron varios lesionados de gravedad y muertos el chofer del camión del equipo y un jugador de apenas 15 años, David Josué García Evangelista ’El Zurdito".
No, nunca podremos olvidarlo. Nadie en su sano juicio puede olvidar ni justificar lo ocurrido aquella noche en Iguala, un hecho considerado como uno de los más graves atentados en materia de derechos humanos solo comparado con la masacre de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968 en la plaza de las Tres Culturas de la Ciudad de México.
Dicho lo anterior con la pretensión de establecer y dimensionar en su exacta medida el origen de lo sucedido el pasado viernes en la caseta de Palo Blanco, debo señalar que hay extremos que no debieran tocarse nunca y lo ocurrido, desafortunadamente raya en un exceso muy peligroso que pudo costar muchas vidas inocentes.
En ese sentido no puedo justificar actos que a todas luces se salieron de control, actos que aún supuestamente respaldados en un hecho de barbarie sin nombre como el de Iguala, disculpen o minimicen la gravedad de quitar el freno a un tráiler para que en su desbocada carrera arroyara todo lo que se cruzara en su camino. No. No es posible defender algo así.
Sin embargo, entre las reflexiones surge la pregunta de cuándo entonces habrá resultados y sobre todo sanciones contra los responsables de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. El esclarecimiento de los hechos fue un compromiso fundamental del presidente Andrés Manuel López Obrador que a más de tres años de administración no ha sido cumplido, convirtiéndose en un clamor popular dentro y fuera de México por considerarse uno de los mayores actos de agravio social recientes, y en bandera de quienes con razón o sin ella, la utilizan sin control.
Es urgente pues un resultado más allá de una Comisión de la Verdad, que sigue trabajando en cientos de declaraciones y evidencias mientras que solo ocho de más de 180 indiciados, están bajo proceso penal, sin que hasta el día de hoy exista un dictamen oficial sobre la desaparición de los 43 normalistas supuestamente secuestrados por grupos del narcotráfico e incinerados en un basurero.
Mientras eso ocurre, el llamado a la mesura es obligado. Lo ocurrido el pasado viernes no puede ni debe aceptarse como parte de una lucha social cuyo fondo es tan trágico y doloroso, justamente porque es la propia sociedad la que queda en medio sufriendo como siempre las consecuencias.
Al menos eso pienso yo…

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