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Comentarios sobre el libro Carlos B. Zetina

Un visionario que pudo cambiar a México

Arnulfo R. Gómez

Un visionario que pudo cambiar a México
Junio 11, 2014 21:35 hrs.
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A continuación transmito algunos comentarios en relación con un libro que estoy seguro resultará de gran interés. Fue escrito por Don Luis Zetina Romay sobre su abuelo, “Carlos B. Zetina: Un visionario que pudo cambiar a México. Vida y obra de un hacedor inquebrantable”, un personaje de muy elevada talla histórica que la Historia Oficial de México iniciada en el año 1927, desgraciadamente ha ocultado y, por tanto, no  ha sido reconocido en la dimensión que merece.

Su figura como industrial debiera ser el paradigma del empresariado mexicano pues fue una persona que desarrolló el sector del calzado, logrando una integración vertical de dicha industria, generando enorme valor agregado al fabricar el mejor calzado del mundo y, por lo tanto, riqueza que mucho se preocupó en distribuir entre todas las personas que participaban en la elaboración de sus productos.

Resulta paradójico que a más de 100 años de ese logro, la industria del calzado que tantos empleos generaba y que tanto prestigio dio a nuestro país, enfrente problemas de desintegración por la prevalencia en México de un marco sistémico poco competitivo, pero lo que es más sorprendente, es que la política de comercio exterior nada realista, basada en la compulsiva firma de TLC´s que no hemos sabido ni podido aprovechar y una desgravación unilateral totalmente incoherente, esté jugando en contra de esta industria al crear una enorme competencia desleal que amenaza con su desaparición.

Como hombre liberal, fue simpatizante de la democracia, de la causa antirreeleccionista y analista profundo de los derechos y la problemática que enfrentaban las clases populares, habiendo rechazado la invitación del General Alvaro Obregón para ser parte del Grupo Político que apoyaba su Candidatura a la Presidencia, señalando que su visión de persona que México requería como Presidente, era muy distinta al perfil de Obregón, personaje reputado como corrupto y asesino.

La imagen de respetable industrial y la gran popularidad de Don Carlos B. Zetina hicieron que en un gran concurso de Exploración Nacional sobre los posibles candidatos para ocupar la Presidencia de la República en 1924, figurara en segundo puesto de las preferencias nacionales, sólo después de Don Adolfo de la Huerta y superando al General Plutarco Elías Calles, sin embargo, Don Carlos tuvo que renunciar a competir como Candidato a la Presidencia de la República después de recibir amenazas de muerte de Plutarco Elías Calles, un individuo timorato y sin escrúpulos al que Obregón tenía dominado y amedrentado, y que siguiendo sus órdenes, estableció las sólidas bases de un régimen antidemocrático y de terror, utilizando los servicios del único analfabeta que ha sido titular de la Defensa Nacional, el General Joaquín Amaro, quien por su misma condición de ignorancia, carecía de valores y principios y, por tanto, fue sumamente útil para cometer toda clase de tropelías que le ordenaban ambos titulares del Poder Ejecutivo.



Carlos B. Zetina: Un visionario que pudo cambiar a México.
Vida y obra de un hacedor inquebrantable.

El libro con el título Carlos B. Zetina: Un visionario que pudo cambiar a México. Vida y obra de un hacedor inquebrantable, fue escrito por Don Luis Zetina Romay con una enorme pasión y gran amor, y podría decir que eso resulta evidente porque es su nieto, pero después de leer este libro, cualquiera se siente arrebatado por esa pasión que sólo refleja una vida llena de amor por ayudar y una fe inquebrantable en la reconstrucción de un país que había sufrido inmensas pérdidas durante un siglo de continuas luchas intestinas que supuestamente buscaban transformaciones sociales, humanas y políticas pero que, en la realidad, empobrecieron grandemente a la sociedad mexicana.

Don Luis nos dice que Don Carlos B. Zetina creció en el seno de una familia que enfrentaba difíciles condiciones económicas por lo que, a los diez años de edad, después de cursar el 4º año de primaria, abandonó la escuela a pesar de su gran interés por el estudio, sin embargo, también nos dice que hay herencias que no se pueden cuantificar y cuyo valor va más allá de cualquier cifra y, en este sentido, nos habla de la férrea voluntad y la inquebrantable personalidad que Don Carlos heredó de su padre: Don Carlos B. Zetina y García, quien también sembró en la mente de su hijo el deseo de progresar para velar por los suyos y por quienes le rodeaban.

A muy corta edad, su trabajo en una tienda de abarrotes le permitió aprender los secretos y las complicaciones del comercio así como desarrollar su personal paciencia y laboriosidad; también le permitió distinguir la capacidad adquisitiva de cada cliente según su consumo y fue también una etapa en la que entendió el origen del humanismo: ideal que atesoró y ejerció en su vida adulta en beneficio y protección de la clase trabajadora.

En la ciudad de Puebla, lugar a donde llegaban numerosos extranjeros con nuevas y modernas ideas sobre la producción y la forma de comercializar, desarrolló su “don de gente”, ese trato serio pero siempre amable y respetuoso; así como la posibilidad de progresar, desarrollando nuevas formas competitivas de trabajo. Esos lineamientos los practicó con maestría el resto de su vida, contemplando en sus acciones cotidianas el cuidado y la protección al empleado, al artesano y su familia, y a su país frente al nuevo siglo que se acercaba.

Los avatares del destino lo llevaron a trabajar en una curtiduría, lo que representó una enorme oportunidad para aprender un oficio y hacer de éste, un elemento clave para conseguir un mejor futuro, mismo que complementó con el aprendizaje de la peletería y la confección de calzado.

A los 21 años, Carlos se convirtió en el apoderado general de una empresa curtidora y su gestión fue tan exitosa que el dueño lo recompensó con mil pesos, además del sueldo que le asignó y, también lo nombró socio de la empresa con una participación de 40% de las utilidades.

Su carrera continuó y buscó su independencia fundando la Curtiduría Mexicana, en donde llevaría a cabo el cuidado y tratado de las pieles, que más tarde serían su materia prima para confeccionar zapatos, las que también distribuyó a través de su peletería y en la cual, adicionalmente, empezó a vender calzado “como pan caliente”.

La demanda de calzado fue tan grande que el proveedor inicial no pudo suministrarle las cantidades requeridas, por lo que Don Carlos inició la manufactura con sus propios cortes de piel y la realización de nuevos modelos que, de acuerdo con su exigencia personal y el respeto al trabajo, la elevada calidad del calzado hecho bajo su firma significó el origen de su capital y la expansión de sus empresas; también significó auge y poder económico que más adelante utilizaría para beneficiar a todos los que colaboraban en su empresa.

A partir de ese momento, la crónica de cómo se abre camino en el mundo de los negocios es “verdaderamente única”, según las palabras del mismo Don Carlos.

Para finales del Siglo 19, las nuevas empresas estaban exentas de impuestos, pero no se les apoyaba para ser competitivas en relación con las empresas extranjeras, tanto en el mercado interno como a nivel internacional. Tampoco se mejoraban las condiciones de vida de los trabajadores y este era el complejo panorama en que Don Carlos iniciaba su carrera empresarial, teniendo como idea fundamental consolidar una empresa de prestigio que rindiera importantes dividendos y beneficiara a quienes cooperaran con ella.

Al inicio del Siglo 20, los conflictos sociales se agudizaban y Don Carlos no era ajeno a ellos. El continuó desarrollando su empresa y se dio cuenta de la necesidad que tenía su manufactura de cintas para atar el calzado, por lo que fundó una pequeña empresa para surtir sus necesidades; también se dio cuenta de las multitudes descalzas que había en el país porque siendo el zapato un artículo artesanal, era escaso y caro, y sólo alcanzable para los privilegiados.

Don Carlos decide que había que poner un remedio urgente y eficaz a tal situación, y la única forma de hacerlo era invirtiendo tiempo y esfuerzo para mecanizar e industrializar su empresa.

En 1902, Don Carlos aceptó la fusión con la empresa The Good Year, fabricante de calzado que había tenido malos resultados en su gestión, pero que él consideraba que tendría buenos resultados si se trabajaba con inteligencia y ahínco. Su primera medida fue cambiar el antiguo sistema de producción de “rueda” por el sistematizado, a fin de combinar la parte manual de artesanos calificados con la fuerza de las máquinas que hacían el trabajo arduo a gran velocidad.

El calzado se convirtió en un elemento sensacionalista del vestir mismo que, con la constante ampliación de las líneas ferroviarias, logró distribuirse con costos reducidos en todo el territorio nacional. La fábrica se convirtió en un modelo a seguir, equilibrando la generación de riqueza y el compromiso social que implica ser un verdadero empresario.

La fábrica de calzado cambió de nombre por un vocablo que encierra el compromiso de Don Carlos con la perfección del producto: Excélsior, es decir, lo más alto, lo supremo, lo perfecto. Su meta: lograrlo trabajando.

En este contexto, llamó poderosamente que en su estrategia empresarial se concretó uno de sus mayores anhelos: que sus empleados y obreros formaran parte de la compañía como socios, con objeto de hacerlos partícipes de las utilidades.

El desarrollo de la empresa implicó realizar en su totalidad el proceso de manufactura: desde el curtido de pieles para las suelas y los cortes, la elaboración de los tacones y hormas de madera así como los tacones de hule, hasta el producto terminado listo para su distribución, para lo cual también fundó una fábrica de cajas de cartón para empaque del calzado.

Su calzado se producía con características propias de la moda vigente, con belleza, elegancia, calidad y precio sin dejar de pensar en la comodidad por lo que adoptó el modelo de punta de almendra a fin de evitar lo que hoy conocemos como juanetes (deformación generada por el calzado que utilizaban los soldados a quienes se les llamaba juanes y de donde surge este mote para el problema que muchas personas sufren actualmente).

Sin duda, Don Carlos fue un visionario que logró lo que hoy conocemos como integración vertical de la producción, en la que su idea de tener trabajadores capaces resultaba fundamental por lo que se dedicó a conocer la mecanización de la producción de calzado para capacitar a su personal; sin embargo, consideraba que la sola capacitación no era suficiente pues para él, su meta era humanizar a la empresa proporcionando a cada trabajador una vida digna a cambio de su labor.

Por eso, la fábrica Excélsior se convirtió en un ejemplo muy avanzado de protección y bienestar para todos los colaboradores, quienes fueron los primeros en México en obtener el beneficio de una jornada de ocho horas, descanso dominical, vacaciones anuales y participación de utilidades.

Esto permitió crear calzado de clase mundial que en varias exposiciones en Estados Unidos fue catalogado como el mejor del orbe y Don Carlos, con enorme modestia, utilizó un lema para la promoción de sus productos que decía “Nuestro calzado es tan bueno como el mejor extranjero”, mismo que era distribuido por todo el país, incluyendo 30 sucursales de Excélsior estratégicamente ubicadas en las principales poblaciones del país.

Sus viajes por Europa le generaron nuevas ideas para materializarlas en beneficio de su empresa y de los trabajadores, entre ellas, la creación de un salón especial para fabricar calzado muy fino, así como la introducción de medidas adicionales de seguridad e higiene.
El compromiso con su país y con su gente no se limitaba a ser un empresario exitoso que diera empleo y seguridad a un determinado número de familias. Eso era tan sólo una parte de su proyecto para México.

Como hombre liberal, fue simpatizante de la democracia, de la causa antirreeleccionista y analista profundo de la problemática que enfrentaban las clases populares y sus derechos. En 1912 fue electo diputado por el X Distrito (Tacubaya); en 1918 fue electo Presidente de la Municipalidad de México; y posteriormente, Senador de la República, debiendo señalar que sus asignaciones como dietas y viáticos por estas actividades las puso a disposición del Gobierno de su estado para obras de carácter social tales como escuelas, hospitales y orfanatos.

Importante es señalar sus valiosas gestiones para solucionar enormes problemas que aquejaban al país, entre ellos, el generado por la pandemia de “influenza española”, y su propuesta en búsqueda de la paz a través de una Ley de Amnistía para numerosos revolucionarios que, por las actividades que realizaron durante la lucha de facciones, eran considerados proscritos y permanecían marginados de la sociedad.

También fue importante su valiente declinación a formar parte del Grupo Político que apoyaba la Candidatura del General Alvaro Obregón, señalando que su visión de persona que México requería como Presidente, era muy distinto al perfil de ese General; sin embargo, ya siendo Presidente, Obregón lo invitó en calidad de asesor en finanzas, lo que acepta señalando que “… como usted, deseo entregar mi mayor esfuerzo para el bien de México”.

Don Carlos también ocupó numerosas posiciones en organizaciones empresariales, destacando la Presidencia de la CONCAMIN fundada en 1918; fue miembro del Consejo de Administración de la Compañía Nacional de Seguros y Presidente de la Sociedad Olímpica Mexicana así como socio accionario en la creación del Banco de México, habiendo sido nombrado Consejero por la Serie A de esta institución, debido a sus conocimientos de la industria y su transcendencia económica.

En 1923, el Times Democrat de Oklahoma publicó una nota especial sobre el tema de los genios de la industria en el mundo, comparando a Don Carlos con Henry Ford debido al descubrimiento del trabajo en líneas de producción, desarrollado en un entorno de seguridad y bienestar para sus trabajadores, un concepto futurista sobre el trabajo y la protección social.

La imagen de respetable industrial y la gran popularidad de Don Carlos B. Zetina hizo que en un gran concurso de “Exploración Nacional” sobre los posibles candidatos para ocupar la Presidencia de la República, en 1924, figurara en segundo puesto de las preferencias nacionales, sólo después de Don Adolfo de la Huerta y superando al General Plutarco Elías Calles, sin embargo, Don Carlos renuncia como Candidato a la Presidencia de la República después de recibir amenazas de muerte de Plutarco Elías Calles y con el fin de evitar posibles e inútiles derramamientos de sangre que en esos días llenaban de vergüenza al país.

Hasta 1926, Don Carlos continuó ejerciendo sus actividades de la parte privada y de la vida pública, habiendo fallecido el 6 de Agosto de 1927.

Comentarios.

Sin duda, el libro fue escrito con pasión pero, esta pasión tiene un origen muy legítimo pues se trata de un visionario que pudo cambiar a México, no sólo desde el punto de vista económico teniendo en cuenta que fue una persona que impulso una actividad que se convirtió en una gran fortaleza del país al lograr la integración de la cadena productiva de una manera vertical y generando enorme valor en nuestro territorio.

Resulta paradójico que a más de 100 años de ese logro, la industria del calzado que tantos empleos generaba y que tanto prestigio dio a nuestro país, enfrente problemas de desintegración por la prevalencia en México de un marco sistémico poco competitivo, pero lo que es más sorprendente, es que la política de comercio exterior, basada en la firma de TLC´s que no hemos podido aprovechar y una desgravación unilateral poco coherente, esté jugando en contra de esta industria al crear una enorme competencia desleal que amenaza con su desaparición.

Don Carlos denominó a México “el país de la oportunidad” y por ello luchó, no con discursos sino con hechos que se reflejan en la creación de una empresa que hacía honor a su nombre: Excélsior.

En esta empresa no sólo se produjo el calzado más fino de México sino a nivel mundial, pero también fue una empresa precursora de las reivindicaciones sociales.

Don Carlos fue un precursor que propugnó por la incorporación de la justicia social a través de prácticas, leyes y mecanismos orgánicos, estableciendo la incorporación de la justicia social en la actividad diaria del trabajador.

Su espíritu filantrópico y conciliador buscaba armonía constructiva por la vía de la colaboración.

Su participación en la vida política se explica porque numerosas personas y muchos grupos, proyectaron su actividad queriendo verse debidamente representados teniendo como referencia su desempeño como industrial, como empresario y como ciudadano altruista.

El encarnaba lo que podría denominarse el “buen poder”, es decir, que a los cargos públicos lleguen los mejores ciudadanos, no los más violentos o proactivos en el mal sentido de la palabra, o los que representan con mayor efectividad a los grupos de interés en la sociedad y que normalmente no son los mejores individuos en el sentido moral del término.

Don Carlos encarnaba lo que debería ser el prototipo del héroe de un país: Una persona que construyó, que creo y que propuso obras de beneficio colectivo. No cabe duda de que su participación en política habría acortado el largo camino del país hacia una democracia plena y hubiera contribuido grandemente a un desarrollo económico generoso y equilibrado de México que hasta ahora se le ha negado reiteradamente.

Mayo 25 de 2014

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