Lilia Cisneros Luján | diarioalmomento.com

Tecno-estrés


Hoy se reconoce a nivel mundial el uso de los teléfonos y otros adminículos, como una de las primeras causales de accidentes automovilísticos.

Tecno-estrés
Septiembre 14, 2015 12:31 hrs.
Periodismo ›
Lilia Cisneros Luján › diarioalmomento.com

Una colorada (vale más que cien descoloridas)
La ansiedad, ha sido identificada desde tiempos inmemoriales, como una condición inherente al actuar humano. En el siglo XXI, el estrés afecta la salud mental, desde la infancia[1] lo cual entre otros muchos efectos provoca suicidio a edad temprana.
Son muchos los factores que producen ansiedad en los seres humanos, pero quizá el más frecuente tiene que ver con toda la gama de posibilidades tecnológicas que se ponen a su disposición. ¿Qué adolescente no se ha angustiado al ver que una inocente fotografía del recreo fue editada y distribuida a las redes, usando su rostro en un cuerpo desnudo? ¿Cuántos padres han descubierto tardíamente que su hijo con una identidad falsa intercambia información con personas peligrosas? ¿Alguien ha investigado si el fatal nivel de ortografía –de niños, jóvenes y hasta adultos- se relaciona con la confianza de que la computadora habrá de corregirla sus dislates y faltas?
Pero no sólo las personas en formación son víctimas de la errónea percepción de los teléfonos, tabletas y otras tantas invenciones son una simple herramienta y no el fin de todo su actuar. A la basura se fueron las agendas, directorios de papel bien empastados, libretas de apuntes, plumas, ya no digamos de tinta y plumilla sino aun las llamadas “atómicas” al ser sustituidas por diminutos aparatos, capaces de guardar datos en miles de gigas o terabytes. He visto gente más angustiada por haber perdido su Ipad –plus, pro, Apple- que por la ausencia consuetudinaria de sus hijos a la hora de la comida familiar. ¿Le parece maduro y humanitario el concentrar todas sus emociones en una tablet o lap top -lenovo, HP, Samsung, dell- en vez de expresarlas a su familia?
Pero el tema de las frustraciones por el uso indebido de la tecnología no solo afecta en términos emocionales no expresados como resultado de esa dependencia simbiótica entre el usuario y la máquina misma. Hoy se reconoce a nivel mundial el uso de los teléfonos y otros adminículos, como una de las primeras causales de accidentes automovilísticos. Y ya que de salud hablamos, ¿está Usted cierto de que la corriente científica que relaciona el uso excesivo del celular con los tumores de cráneo y otro tipo de enfermedades, es solo un cuento chino? Más allá de la relación del aumento de enfermedades como la demencia senil o el Alzheimer con aspectos demográficos, ¿no es la ausencia del ejercicio de memoria lo que ha propiciado el desborde de tales padecimientos?
En un mundo regido por el mercado, parece de mayor importancia las unidades vendidas –de computadoras, impresoras, scanners, cajas registradoras etc.- que aquellos románticos conceptos de atención al cliente que debe salir satisfecho y al cual siempre habrá que darle la razón. Cuantas veces nos hemos topado con un empleado cuasi robótico, quien cual grabadora le pregunta ¿necesita una recarga? ¿Tiene tarjeta de puntos? ¿Algún tipo de descuento que le favorezca por la edad? ¿Lo quiere a meses sin intereses? Solo por experimentar, pida a esa persona que le repita el cuestionamiento y mírele a los ojos, entonces verá a un ser vivo asustado, incapaz de contestarle y muchas veces con respuestas incivilizadas.
Pero también los empresarios –sobre todo los medianos y pequeños, son víctimas de la tecnología. Salvo que Usted sea un súper experto, de cuando en cuando y sin pedirle permiso, su computadora le avisa que está instalando actualizaciones y después de ello, muchos de sus documentos no se abren, lo hacen con dificultad y se inicia una suerte de persecución que a final del cuento lo ponen en la tesitura de cambiar de equipos aun cuando los que tiene no hayan ocupado ni la cuarta parte de su capacidad.
Imagine a un médico que por obra y gracia de la tecnología pierde los expedientes de cientos de pacientes; o que tal un abogado cuya defensa depende de que mañana presente un amparo de término, que simplemente se perdió en la inmensidad del ¡¡¡quien sabe que pasó!!!!
Por infalibles u honestas que sean las cajeras, no falta un vivales que sepa clonar la tarjeta de crédito de los clientes y peor aun ¿Quién puede hacer algo cuando en el banco o donde el comensal tiene que pagar algo ya consumido se cae el sistema? Y que tal si su proveedor de Internet se apaga –porque cambió de servidor, se fue a la nube o el satélite les falló- y por ello no podemos enviar a nuestros lectores el artículo, la revista o el blog que les ofrecimos. ¿Habrá quien lo reciba por fax? Si es una revista, ¿tendremos los recursos para imprimirla? ¿Tiene usted en alguna libreta el teléfono de su hospital para el caso de una urgencia? ¿Qué hace si enfrenta un delito y le contesta un chico robótico en el “call center”?
Lo mismo si la tecnología convierte las pocas horas de coincidencia familiar en una suma de monólogos, que la irritación cuando el joven del departamento técnico le da instrucción para resetear su equipo –portátil o de escritorio- en vez de enviar a alguien a que arregle un servicio por el cual está pagando; que cuando el delincuente con pistola en mano le exige la entrega del celular o le roba el que llevaba en su bolsa, la tecnología concebida como fin y no como herramienta a fin de cuentas produce “estrés” en términos del lenguaje moderno ante el cual están sucumbiendo las lenguas originales debido a síndromes que afectan facultades psicomotoras y de lenguaje –niños inteligentes que tempranamente leen pero se atoran en la escritura y la expresión verbal- y por supuesto una variedad de disincronías afectivas que provoca baja autoestima, depresión y toda una gama de estados de ansiedad que persisten aun en edades maduras.
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[1] Niños comienzan a desarrollar ansiedad entre los cuatro y seis años de edad”. Andrómeda Valencia Ortiz responsable de Atención Psicológica Infantil del Centro de Servicios Psicológicos “Guillermo Dávila” Facultad de Psicología (FP) de la UNAM ,

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