Guerrero, de mal en peor

Fernando Irala

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Guerrero, de mal en peor
Mayo 25, 2015 12:45 hrs.
Periodismo Estados › México Ciudad de México
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Luego de la universalmente conocida desaparición de los normalistas de Ayotzinapa en Iguala, hace ocho meses, una estela de violencia y muerte se ha desatado en Guerrero; o tal vez sólo se ha hecho evidente.
Salvo el optimismo de los directivos del Instituto Nacional Electoral –que ya vimos que más bien pecan de candidez— nadie podría asegurar, por ejemplo, que las elecciones que se llevarán a cabo en menos de dos semanas en todo el país, tengan buen fin en el estado sureño.
Desde fines del año pasado, normalistas y sedicentes maestros han amenazado con impedir los comicios, y aunque en las últimas semanas su beligerancia parece haber venido a menos, nada garantiza que no intenten culminar sus amenazas.
Aunado a eso, a lo largo y ancho del territorio guerrerense se suceden hechos violentos y criminales, como el reciente secuestro o desaparición –si es que realmente no es asesinato— de un número indeterminado de personas en Chilapa, episodio en que lo más increíble es que el grupo armado se posesionó de la población, a menos de 60 kilómetros de la capital Chilpancingo, durante varios días, sin que ninguna autoridad estatal o federal interviniera ni se percatara de los acontecimientos. Después, como buen policía, el comisionado de la PF se apersonó una semana más tarde, dio fe de los hechos y dejó vigilancia. El pozo y el niño ahogado.
Contra los protagonistas de las elecciones, quienes han figurado como candidatos o precandidatos, se han registrado al menos dos asesinatos, amén de diversos incidentes violentos y de amenazas, el más reciente de los cuales ocurrió contra el abanderado panista a la gubernatura.
A lo largo de los pasados meses, decenas de muertes y desapariciones nos dan un saldo lamentable en Guerrero, para lo que no es consuelo saber que muchas de ellas son, como en otras zonas donde actúa el crimen organizado, por disputas entre los malosos.
Mientras, su gobernador se mantiene, para estar en consonancia, nadando de muertito. Al fin que ya nada le impedirá cobrar diez quincenas más.

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