Dios no hizo la muerte

González Íñigo

González Íñigo | diarioalmomento.com

Dios no hizo la muerte


¿Acaso, muerte, contigo todo termina?...

Dios no hizo la muerte
Noviembre 19, 2014 22:31 hrs.
Religión Nacional › México Ciudad de México
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Coronado, CA.- EN SU INMORTAL POEMA “LA DIVINA COMEDIA”, DANTE ALIGHIERI (1265-1321) nos presenta nueve círculos en que supone dividido el infierno, un gigantesco y profundísimo embudo. En el primer círculo está situado el Limbo, «bosque sombrío habitado por las almas inocentes de los que murieron sin bautizar y por las de aquellos que murieron antes de Cristo y no adoraron a Dios como debían». En el segundo, carente de toda luz, resuenan los lamentos y llantos de los lujuriosos torturados por sus remordimientos y su falta de pureza.
En el tercero expían sus culpas los esclavos de la gula, los glotones y golosos, metidos en el fango y una tormenta permanente de lluvia y granizo. En el cuarto están los avaros y derrochadores, condenados a pelear unos contra otros, entre ellos hay clérigos, obispos y papas, y varios ricos mexicanos. En el quinto se encuentran las almas de los coléricos, iracundos, perezosos y soberbios, en México califican casi todos los amantes del poder. En el sexto los herejes que sufren en sepulcros abiertos el tormento del fuego.
En el séptimo ubica a los violentos, suicidas y asesinos, divididos en tres recintos. En el tercer recinto se castiga a quienes cometieron violencia contra Dios y sus designios. En el octavo círculo, guiados por Gerión, imagen del fraude, los visitantes llegan a diez fosas, donde pagan sus culpas adivinos, mentirosos, aduladores, fraudulentos, hipócritas, estafadores, seductores, falsificadores, calumniadores, charlatanes y falsarios.
En el noveno círculo se castiga a los traidores, sumergidos en hielo, donde destaca Lucifer. Según el florentino Dante, el noveno círculo se divide en cuatro zonas, en las que se castiga, respectivamente, a los traidores a su propia familia, a los traidores políticos, a quienes traicionaron a sus amigos y, ya en el mismo centro de la Tierra, donde está Lucifer, se encuentran quienes traicionaron a sus benefactores, entre ellos Judas y los asesinos de César: Bruto y Casio.
Lucifer es un gigante de unos mil metros. Fue arrojado del cielo por el hemisferio austral, de donde se retiraron las tierras --todas concentradas en el hemisferio norte-- y quedó el agujero que lleva hasta el centro de la Tierra. La tierra desplazada junto al agujero, por el que fluye el río Leteo, formó el monte del Purgatorio, el monte más alto de cuantos hacia el firmamento se elevan sobre las aguas.
Cada vez que un alma es purificada y se mueve para subir al cielo el monte se estremece y se escucha al Gloria in excelsis Deo. (Síntesis de la LUPA 39- La divina comedia: Un viaje al paraíso, Enero 2006, dedicada en su totalidad al magnífico poema)…JF González Iñigo, editor.
La Divina Comedia fue escrita en tercetos, se resume en ella toda la cosmología medieval mediante la presentación del recorrido del alma de Dante --guiada primero por el poeta Virgilio y más adelante por Beatriz Portinari (1266-1290), su primera esposa, el amor de su vida, la conoció a los 9 años de edad, fallecida a los 34 años de edad--, en la expiación de sus pecados en tres cantos: Infierno, Purgatorio y Paraíso.
Dante mezcla su imaginación con referencias a personajes históricos y mitológicos, hasta construir una síntesis del saber acumulado por el hombre desde la Antigüedad clásica hasta la Edad Media (Biografías y vidas).
Esta LUPA 1042 – Dios no hizo la muerte, nació en mi mente al leer una carta de un lector del Valle de México a quien no conozco en persona, quien me pide discreción hacia su persona y ayuda para recuperar la fe perdida “hace muchos años”. Me dice que confía en mí por mis escritos “llenos de fe en Dios, un Dios al que yo no encuentro por ningún lado”.
Agrega que tiene 79 años y que ya está cansado de vivir y de sufrir. “Tengo medios económicos suficientes para enfrentar un cáncer, detectado a tiempo, pero ya no quiero vivir. Solo le pido me envíe Usted algún texto, alguna explicación personal de por qué Dios permite tanto sufrimiento en esta tierra si es que nos quiere tanto”.
“No creo que haya vida después de la muerte, ya no creo en nada, lo que no quiero es sufrir más, me aterra pensar en los dolores del cáncer, me resisto a saber cada día si avanza o ya está ramificado, creo que decidiría hacer lo que muchos otros, que lo hacen en lo oscurito y es recurrir a la eutanasia, a quitarme una vida que ya no sea de calidad alguna”.
Termina con un acto de humildad al pedirme le recomiende algún director espiritual y algunas lecturas sobre la fe y la vida del alma.
Al mismo tiempo mi esposa Ofelia me comenta que nuestros queridos amigos los esposos Lucamen y Alberto Salido, ambos de Navojoa, avecindados en el DF desde hace muchos años, tienen cáncer los dos, primero fue detectado en ella --que lo ha enfrentado con una entereza ejemplar--, y ahora él, hombre recio y muy espiritual, tiene enfrente el problema. Ha perdido peso, pero no la fe.
Lucamen y el Beto, maestro distinguido de la Universidad Panamericana, están llenos de fe en Dios, son de comunión diaria, amigos de Jesús, cercanos al Opus Dei, personas muy queridas y ejemplares, con una familia cristiana, hablé con ella para saludarlos y se me soltaron las lágrimas. Creo que van a salir adelante y van a vivir muchos años más.
La fe en Dios también cura. La fe hace milagros. A ellos y al señor de la carta dedico esta edición que espero sirva de algo para medio entender lo que es la vida del alma y lo que todos enfrentaremos algún día, que es la muerte del cuerpo…


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