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Moreno Valle, presidente


• El metrosexualismo tiene sus riesgos y cobra siempre sus facturas

Moreno Valle, presidente
Enero 23, 2015 15:47 hrs.
Política ›
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Respaldado por las visitas presidenciales, el optimismo de Rafael Moreno Valle aumenta hasta el grado de comentar con sus cercanos la seguridad de su candidatura a la Presidencia de la República en 2018.

Mientras, hace su cochinito desgraciando la capital poblana que si en lejanos tiempos tenía una nomenclatura ejemplar, orientadora y casi estética, actualmente está constituida por decenas de deprimidos, antes conocidos como túneles, y de elevados, también ubicables como puentes.

No hablamos de mejorar las condiciones de transporte de los ciudadanos, sino del usual “haz obra que algo sobra” o del necesario cochinito para contar con recursos para la campaña en pos de Los Pinos. Ni siquiera de Palacio Nacional, que por el trato impartido por el gobernador a esta ciudad emblemática y considerada patrimonio de la humanidad, le parecerá un edificio obsoleto e indigno de su modernidad.

El metrosexualismo tiene sus riesgos y cobra siempre sus facturas. Eso lo hemos visto con el gobernador capitalino que ha perdido casi toda la simpatía que lo llevó, arrollador, al cargo, pero que sus gobernados sólo ven en páginas de revistas de alta sociedad. Y eso a nadie le ha gustado.

Moreno Valle, pirrurris de tiempo completo y de toda su vida, nacido en los pañales de seda adquiridos con los dineros del pueblo gracias a su familia de políticos profesionales, no logra pensar más allá de su imagen, reproducida hasta la ignominia en los medios y en internet, las redes, los cines. En fin, donde pueda colocarse una fotografía enorme, allí está él.

Sus actos de gobierno están plenamente identificados: algún tiempo fue motejado como “gobernador bala” por sus novedosos protocolos de control de protestas. Hasta que su eficiente policía mató a un niño que ni siquiera estaba en la manifestación, sino que salía de la escuela secundaria a donde fue a recogerlo su madre.

De otros sobrenombres que le colocan, mejor ni hablar. Funciona la autocensura y se justifica cuando hay consciencia de que entre los lectores puede haber menores de edad.

Por sus obras lo conoceréis, diría el clásico. Sin mencionar los puentes y túneles con que ha desnaturalizado a la a pesar de todo hermosa ciudad colonial, hay que mencionar la ruedota que costó cientos de millones de pesos, que se descompuso antes de estrenarla, que tiene una relativísima utilización y que de acuerdo con el compromiso suscrito inicialmente, deberá regresarla a quienes son realmente sus propietarios en extranjia. Digamos que está en alquiler.

Pletórico de felicidad, en días pasados y acompañado por el presidente Enrique Peña Nieto dio a conocer la inauguración de una estela de luz, como la de Jelipillo Calderón. Naturalmente no han informado ni lo harán, del costo de la tal obra, una tira de pegotes que van al infinito y que no servirá para una celestial fregada. Ni siquiera, como en el caso original, tiene valores estéticos.

Un último apunte: en su carrera por la candidatura presidencial, el frívolo mandatario tendrá que chocar con su líder partidario, Gustavo Madero que, por si alguien lo olvida, regresó por todas las canicas. Y en el PAN, sumisos, agachones, han acordado olvidarse de las tradiciones de un partido que en su momento fue una ejemplar oposición. Y en ese contexto, harán lo que a maderito le salga de su limitado magín.

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