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Opinión

Las respuestas de Morelos a las imputaciones de la inquisición / A

Rodolfo Villarreal Ríos

Las respuestas de Morelos a las imputaciones de la inquisición / A
Octubre 05, 2018 22:07 hrs.
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Tres semanas atrás nos ocupamos en este espacio de cómo, mediante su brazo ejecutor el Tribunal del Santo Oficio, la iglesia católica acusaba y condenaba al iniciador del movimiento independentista, Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor. En esta ocasión, recurriendo al contenido del libro ’Morelos y la Iglesia Católica’ (1948), mostraremos otro ejemplo de la ’piadosa’ obra de la empresa trasnacional más antigua, al abordar las veintisiete acusaciones que los representantes de dicha firma mercantil hicieron a José María Teclo Morelos y Pérez de Pavón, discípulo y fiel interprete de las directrices libertarias del primero, así como las respuestas que el vallisoletano dio a cada una de ellas. En esta colaboración nos ocuparemos de las primeras dieciséis de ellas, dejando las once restantes para la colaboración siguiente.

Morelos fue tomado prisionero el 5 de noviembre de 1815 y, alrededor de dos semanas mas tarde, el día 24, ya lo tenían sentado en el banquillo de los acusados ante la Inquisición. Con ferocidad singular, el doctor José María Tirado y Priego, promotor fiscal del Santo Oficio querelló y acusó a Morelos de criminalidad, al tiempo que le echaba en cara haber abandonado todas las bondades aprendidas y recibidas al ser cristianizado para pasarse ’…de su purísimo y santo gremio al feo, impuro y abominable de los herejes Hobbes, Helvecio, Voltaire, Lutero y otros autores pestilenciales, deístas, materialistas y ateístas, que seguramente ha leído…’ Tras de emitir esta sarta de sandeces, Tirado procedió a calificarlo de ’…hereje formal, apostata de nuestra religión católica, ateísta, materialista, deísta, libertino sedicioso, reo de lesa majestad, divina y humana, enemigo implacable del cristianismo y del Estado, seductor protervo, hipócrita, astuto, traidor al rey y a la patria, lascivo, pertinaz, contumaz y rebelde al Santo oficio, de que en general le acuso…’ Eso era simplemente el entremés, faltaba el resto que venía servido en veintisiete platillos diferentes sobre los cuales Morelos daría la opinión respectiva. He aquí los primeros dieciséis de ellos.

En el primero, le restregaban haber abandonado todas las bondades de haber nacido en el seno del cristianismo, de no estar agradecido por ordenarse sacerdote a los veinticinco años y haber ejercido la profesión. Por todo ello, ’…debió ser fiel y reconocido a tantos beneficios de Dios; pero, lejos de eso, abusó de todos, separándose del santo ejercicio de pastor de almas para convertirse en lobo carnicero.’ A esto, Morelos contestó ’que se creyó mas obligado a seguir el partido de la independencia que seguir en el curato, porque el cura Hidalgo, que fue su rector, le dijo que la causa era justa, y que, habiendo ocurrido al gobernador de la mitra, Escandón, a pedirle licencia de altar portátil, le comunicó su resolución y los le dijo que procurara evitar la efusión de sangre en cuanto fuese posible.’ Esto apenas iniciaba.

En el segundo, le endilgaron la retahíla desde que dejó el curato el 25 de octubre de 1810 para adherirse al movimiento independentista y le recordaron que desde el 13 de octubre de ese mismo año, el Santo Oficio ’declara autores de herejía y sujetos a las penas de ellas a todas las personas que aprueben la sedición de Hidalgo, reciban sus proclamas, mantengan su trato y correspondencia epistolar , le presten cualquier genero de ayuda, favorezcan sus ideas revolucionarias…’ dadas las fechas mencionadas y ’no pudiendo negar que llegaron

a sus noticias esos edictos y confesando fue comisionado por aquel Hidalgo…es un verdadero secuaz suyo, incurso de las penas de fautoría, o, al menos sospechoso de herejía.’ La respuesta fue directa: ’…aunque supo de los edictos, no se tuvo por excomulgado ni incurso en sus penas, porque se dijo que eran puestos porque el Santo oficio y los obispos estaban oprimidos por el gobierno, y este dirigido por Napoleón.’ No era todo en materia de excomuniones,

En el tercero, le endilgaban ’que entre todas las excomuniones y censuras que despreció, la mas notable es la fulminada por el ilustrísimo señor obispo de Valladolid [Manuel Abad y Queipo], en 22 de junio de 1814, en que nominatim, es decir con su nombre, sobrenombre y apellido, lo declara hereje y publico excomulgado vitando. Desde entonces se hicieron mas execrables en él los delitos de comunicar con los fieles, principalmente in divinis, y mantenerse sordo en tan lamentable estado…’ Morelos respondió no tener ’…presente haber llegado a su noticia dicho edicto, a lo menos la clausula de que se habla en este capítulo…’ Ahí no concluía eso de si sabia o no acerca de la excomunión.

En el cuarto, le repetían los ingredientes para decirle que ’ha confesado ya que en la casa del comandante de Teipán, D. N. Fuentes, encontró, en principios de noviembre de 1810, un paquete de ejemplares del citado edicto del tribunal, de 13 de octubre del mismo año, de manera que desde entonces supo la excomunión fulminada y desde entonces es fautor de herejía, o, al menos, muy sospechoso de ella.’ La contestación simplemente indicó ’que se remite a lo que tiene dicho sobre considerar oprimido al tribunal por el Superior Gobierno.’ Y se continuaba machacando sobre el mismo tenor.

En el quinto, venia el mismo revoltijo mencionado que al decir que no creía justas las penas y excomuniones ’…cayó en la temeraria opinión de no ser validas dichas excomuniones, error que no pudiendo atribuirse a ignorancia en una persona que había estudiado la ciencia moral, bastante para recibir ordenes y obtener curato en oposición, es preciso concluir que es hijo de una extraviada creencia acerca del legitimo poder de las llaves de la iglesia.’ La réplica volvió a argumentar que ’…no estaba obligado a tener ni respetar las citadas censuras, por considerar oprimido al tribunal que las imponía.’ Lo sucesivo empezaban a entintarlo.

En el sexto, con ribetes rojos, aparecía la acusación de que ’…ocultando misteriosamente haber celebrado no una, sino muchas veces, el tremendo sacrificio [decir misa] en el tiempo mismo en que estaba de corifeo en la insurrección y con las manos manchadas de sangre derramada por él y su orden, es publico y notorio haberlo hecho así, sin temor de la irregularidad y demás penas canónicas a que estaba sujeto, con desprecio de ellas, bastante para constituirlo, no solo sospechoso de hereje, sino verdadero hereje.’ Morelos no negó haber celebrado misa, lo cual hizo hasta enero de 1811 cuando ’…se conoció irregular...’ y después había celebrado otro par, pero ’no ha dicho otra, porque ya hubo capellanes puestos por el declarante.’ A continuación, remachaban sobre el mismo tópico.

En el séptimo, se mostraba la ausencia de variedad, acusándolo de homicida voluntario y hereje que ’Él, obstinado y endurecido y tranquilo en el abismo de sus iniquidades, confesaba, comulgaba y cumplía con los preceptos anuales. según lo ha dicho en su audiencia; de manera que, o hacia continuos sacrilegios con conciencia cierta de lo que eran,

y aquí se prueba el grado de insolvencia a que llegó, o levantó esta nueva secta heretical que autoriza los crímenes y abre camino para alternarlos lícitamente con los sacramentos.’ La respuesta fue cruda, dijo que ’tenía los homicidios por justos, y lo mismo la guerra, por lo que no tenia embarazo en confesar y excomulgar y aun oír misa, porque no se reputaba excomulgado, lo mismo que hacen las tropas del Gobierno.’ Pasemos a la acusación siguiente.

En el octavo, era mostrado ’…su desprecio en esta línea el no rezar, como no reza, el oficio divino,…y aunque podrá ocurrir a la disculpa de cortedad de vista, a mas de que esta no le impide muchas otras funciones, lo cierto es que ha pedido breviario después que se le comenzaron a dar audiencias, sin embargo que antes no lo había querido, aun ofreciéndoselo, con el dicho pretexto de su corta vista, lo que le convence de hipócrita, astuto, y que el fin de pedir breviario no es para rezar, sino para alucinar a V.S.I.’ Morelos no negó la carencia de rezo desde que se metió a la lucha dado que no tenia tiempo y ’aunque hoy le han dado breviario, no ha rezado porque la luz no le alcanza.’

En el noveno, aparecía ’que tampoco tiene bula de la Santa Cruzada…y aunque en cualquier persona probaría esto descuido…en este reo, como en todos sus secuaces, prueba desprecio de las abundantes gracias hechas a España por la Silla Apostólica.’ Morelos indicó que no la poseía desde que se incorporó al movimiento, primero porque no había en donde adquirirla y después ’porque se dio entre ellos la bula por no valida y solo dirigida a sacar dinero para hacerles la guerra.’

En el décimo, se le acusaba de aprovecharse del pueblo creyente al venderles que ’era la causa de la religión la que se sostenía…’ Morelos no negó ’que contó en muchas partes con su sacerdocio, con la adhesión del pueblo a los sacerdotes, persuadiéndolos de que la guerra tocaba algo de religión…’

En el undécimo, aquello era un platillo en donde nadaban acusaciones de calumniar a los miembros de la iglesia, el rey y los europeos en general. Además de invocar que se utilizaban las enseñanzas religiosas de manera falsa. Morelos no negó criticas al rey el gobierno por obedecer a Napoleón. En el caso de los europeos, solamente de aquellos que han obrado mal. Respecto a los obispos, al de Valladolid no se le ha reconocido como tal y respecto al resto de la acusación ’…no es responsable porque no la ha dicho.’

En el duodécimo, aquello aparecía luciendo un rojo incandescente, acusando a Morelos de cruel y sanguinario no solamente con los europeos, sino también con los americanos que se oponían a sus ideas, lo acusaban de que ’…en el atrio de la iglesia de Acapulco degolló a más de cien personas…’ No negó algunos hechos. Cuando el gobierno no aceptó el canje de doscientos europeos por la vida de Mariano Matamoros, se dispuso a pasarlos por las armas, lo cual no se efectuó en el atrio, sino en la Quebrada, eso sí, ’…a ninguno se le quito la vida sin sacramentos.’

En el décimo tercero, le servían lo dicho en una carta, del 24 de noviembre de 1811, al obispo de Puebla en donde le decía ’…Por lo que, a mi toca, me será más fácil ocurrir por dispensa después de la guerra, que sobrevivir a la guillotina…’ Esto acorde al inquisidor era que

’…quiere vivir en estado de irregular excomulgado y miembro podrido de la iglesia, con la esperanza remota de una dispensa que no pensaba pedir hasta después de la guerra.’ Morelos aclaró ’que quería mas bien sacar dispensa después de la guerra que morir sin sacramentos en la guillotina.’

En el decimo cuarto, lucía una secuencia de papeles en los cuales se escribieron los edictos que Morelos ’…incluyó entre los papeles inútiles , para cartuchos,…’ además de otros que había ordenado a ’…los párrocos y prelados de los conventos los quitaran de las puertas de las iglesias…’ con lo cual se mostraba como ’…el despreciador de la siempre autoridad de este Santo Oficio…’ por lo cual incurrió en la excomunión que en el mismo edicto debió ver fulminada contra los que les quiten y que es sospechoso de herejía…’ Con la mayor naturalidad, Morelos simplemente apuntó: ’que le pareció que en casos extraordinarios no regían esas leyes.’

En el decimo quinto, era un revoltijo indicando ’que no le sufragan, ni le debió de quitar el escrúpulo que le quedó, las razones que leyó en su Editor, que le componían el doctor [José María] Cos, el licenciado [Ignacio López] Rayón, licenciado [Andrés] Quintana Roo y licenciado Velasco, pues nadie como él debió conocer la ninguna autoridad de estos fanáticos, especialmente del doctor Cos y con mas especialidad del canónigo Velasco, señalados aun por los mismos rebeldes , por sus herejías; siendo esto cierto que ninguna autoridad puede bastarle para despreciar un tribunal constituido por la Silla Apostólica , es claro que mucho menos le disculpa la de estos libertinos, de cuyos errores se confiesa secuaz; debiendo ser preguntado si tiene noticia de los hechos y dichos heréticos de los citados cuatro o de alguno de ellos.’ Al respecto, el acusado respondió no saber entonces del libertinaje de Velasco ’y se aquieto con las opiniones de los otros, como un discípulo se aquieta con las de su maestro.’

En el décimo sexto, venia un ingrediente adicional. Decía ’que aunque por si mismo no es sospechoso, lo es mucho en este reo el hecho de haber enviado en junio de este año, a su hijo [Juan Nepomuceno Almonte] de trece años a estudiar a los Estados Unidos; porque siendo cierto que en estos países reina la tolerancia de religión, se deja inferir de los sentimientos de este reo que su animo ha sido que su pobre hijo estudie los libros corrompidos que con tanta libertad corren en dichos Estados y se forme un libertino hereje, capaz de llevar un día adelante las máximas de su sacrílego padre.’ Muy satisfecho habría estado el inquisidor Tirado, si la vida le hubiera alcanzado, de ver como el comportamiento en la adultez de ese sujeto en nada se pareció al de su padre. Pero en 1815, Morelos reconocía lo que había engendrado y preocupado por su educación dijo ’que, por no haber colegios entre ellos, envió a su hijo con el licenciado Herrera y el licenciado Zarate, que fueron enviados por la Junta a buscar auxilios; pero encargándoles mucho que no lo dejaran extraviar.’

Como es factible observar en esta primeras dieciséis acusaciones prevalece la subjetividad, sin mostrar pruebas palpables de que Morelos hubiera abjurado a sus creencias religiosas. Sus respuestas son las de quien esta convencido de haber obrado en el sentido correcto y que la interpretación de la fe que cada uno tenga, desde su muy personal y respetable perspectiva, en nada impiden buscar la libertad de los pueblos bajo la norma de que los asuntos teológicos

y los de gobierno deben mantenerse en esferas de acción separadas. Como observaremos en la colaboración siguiente, Morelos nunca renegó de la doctrina, ni siquiera en la hora del cadalso. Sin embargo, ya sabemos que eso nada vale para los fanáticos del todo o nada, algo que fácilmente olvidan los cegados por la incandescencia del verbo. vimarisch53@hoptmail.com

Añadido (1) Ayer, habrías festejado 95 años. Te extrañamos un día sí y otro también…

Añadido (2) Hace unos días, inmersos en la pereza intelectual, veíamos una película dirigida y escrita por Alberto Bojórquez, ’Lo Mejor de Teresa’ (1976), cuyos intérpretes principales son Tina Romero, Jorge Martínez de Hoyos, Alma Muriel, María Rojo y Stella Inda. Un filme nada del otro mundo, salvo cuando uno de los actores secundarios, Justo Martínez, interpretando el papel de un personaje llamado Ricardo quien era un burócrata de medio pelo, se suelta alabando, con voz de orador de los 1960s, las grandezas económicas de su natal Tabasco, y, tras de invocar la poesía de Carlos Pellicer, indica: ’… recuerden ustedes, un día de estos el presidente de la republica puede ser tabasqueño…’

Añadido (3) Para quienes aún no le entendían a eso de la austeridad. Langosta y champagne para ellos. Frijoles con gorgojos, por aquello de la proteína, y agua de borrajas para el resto. Si aún quedan dudas, favor de consultar el Hola más reciente.

Añadido (4) ¿Acaso también van a quitar de la historia que en esos seis años el país creció a una tasa promedio de 6.23 por ciento anual; que la inflación promedio anual fue de 2.9 por ciento; que la deuda publica bruta con respecto al PIB fue del 12 por ciento en promedio; y que un peso valía un peso? O ¿Van a cancelar la operación de la Línea 1 del Metro y convertirán los túneles en un sitio en dónde callejonear para sentirse en su ambiente? O ¿Dirán que la obra pública realizada entonces, y que cada día tenemos presente, no se construyó en aquellos años? El presidente Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho podrá no ser de nuestros favoritos y tener todos los defectos que se le quieran achacar, pero ni modo que vayamos a negar las acciones positivas que se desarrollaron durante su gobierno como hoy pretenden hacerlo, ordenando el retiro de placas, los políticamente correctos convertidos en adalides de la estulticia.

Añadido (5) Por favor, que alguien le informe a la docta. Los presupuestos en el gobierno federal no se asignan simplemente por decir quiero tantos más cuantos millones, hay que justificarlos con programas específicos a los cuales habrán de destinarse y eso se realiza con la antelación debida y el rigor profesional presente.

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