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’Catón’

Las botas de Pancho Villa

Armando Fuentes Aguirre

Las botas de Pancho Villa
Julio 31, 2019 12:17 hrs.
Periodismo ›
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Miles de anécdotas se han contado de Francisco Villa. La que hoy narro tiene un interés muy especial, pues muestra una faceta muy poco conocida de aquel hombre huracán.

Jesús Aguilar estaba muy orgulloso de sus botas. Se las había mandado hacer en Monterrey, y eran distintas a todas las que se veían entre la gente del general Felipe Ángeles. Y es que las botas de Aguilar eran de mosquetero: altas, holgadas y con un amplio doblez que formaba elegante cerco a la altura de las rodillas.

Las fuerzas del gran Felipe Ángeles tomaron Ramos Arizpe, en Coahuila, plaza que había estado en poder de la gente de Carranza. Vencidos los carrancistas dejaron en Ramos Arizpe 17 trenes. En el vagón pullman de uno de ellos encontró Aguilar, por pura casualidad, el archivo que consigo habían llevado los fugitivos. Entre los papeles dispersos halló una serie de telegramas que se habían cursado los generales Antonio Villarreal, Pablo González y Eulalio Gutiérrez, todos tendientes a lograr una reconciliación entre este último y don Venustiano.

Aguilar puso en conocimiento del hallazgo al general Ángeles, quien juzgó que el asunto era de tanta trascendencia que lo debía conocer sin tardanza el general Villa.

-Salga usted por tren hacia Torreón -ordenó Ángeles a su subordinado-, y entere a mi general de lo que está pasando.

Dos días después, a las 6 de la mañana, llegó Aguilar a la ciudad lagunera. Pancho Villa estaba ya en pie impartiendo órdenes a sus generales. Se enteró de la noticia que le llevaba el mensajero. Éste se dio cuenta de que mientras Villa lo escuchaba no le quitaba la vista de las botas.

-Oiga, amiguito -le dijo el Centauro al terminar-. Yo he visto unas botas como ésas en alguna parte.

Aguilar, desconcertado, no respondió.

-¡Ah sí, ya sé! –exclamó seguidamente Villa-. En la pasta de una novela. ¡En ’Los Tres Mosqueteros’!

-Así es, mi general -respondió Aguilar-. Las botas son de ese estilo.

Se sentó Villa en su catre.

-Pos me gustan mucho. Quíteselas a ver si me quedan.

Se quitó las botas Aguilar, y Villa intentó calzarse una. Imposible, el pie no le entraba ni a la fuerza.

-¡Carajo, amigo! -dijo con disgusto-. ¡Tiene usted pies de señorita! ¿Dónde compró las botas?

-Me las hicieron en Monterrey, mi general.

-Pos me manda hacer unas igualitas, y me las entrega cuando yo ande por allá.

Asombrado quedó Aguilar. ¿De modo que Villa, con su fama de salvaje, conocía al menos por los forros ’Los Tres Mosqueteros’ de Dumas? La explicación de ese misterio la recibiría de Felipe Ángeles algunos días después. Cuando Villa estuvo preso en Santiago Taltelolco, el general Ángeles le llevó aquel libro para que se entretuviera. No sabemos si el tremendo Doroteo Arango leyó la novela, pero por el relato de Aguilar podemos tener la certidumbre de que sabía al menos cómo eran las botas que calzaba D’Artagnan cuando andaba en aquel grupo de los tres mosqueteros que en verdad eran cuatro. Sólo las continuas mudanzas de la guerra impidieron que Villa cabalgara en ’El Siete Leguas’ luciendo botas de mosquetero francés.

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