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Gaspar: intolerancia y negociación oscura

Noé Mondragón Norato


Gaspar: intolerancia y negociación oscura
Noviembre 12, 2018 22:12 hrs.
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La escena no es difícil de imaginar: un piquete de elementos de la Policía Preventiva Municipal se presentó inicialmente, al exterior del edificio que alberga la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Buscaban al dirigente del Sindicato Independiente del ayuntamiento de Chilpancingo, Domingo Salgado Martínez. Se entreveraron con grandes zancadas, entre los inconformes que mantuvieron un plantón en ese edificio y bloquearon la calle Galo Soberón y Parra, desde el pasado 12 de octubre. Preguntaron por él. Indagaron con algunos empleados de esa dependencia. Miraron con desconfianza a todos los presentes. Con ciertas dosis de impotencia. Nadie les quiso decir nada. A los pocos minutos, se fueron. ’Se lo querían llevar para que ya nos levantemos’, comentaron los plantonistas.

Los policías fueron directos hasta la casa que renta Domingo. Tenían ubicado el domicilio desde hace mucho tiempo. Preguntaron con los vecinos. Rodearon la vivienda. Husmearon por todos lados. Revisaron posibles salidas de emergencia en calles adyacentes. Tampoco lo encontraron. Y si estaba, deliberadamente no quiso salir. El despliegue policiaco se justificaba: Domingo era ya, una molesta piedra en el zapato para el alcalde perredista Antonio Gaspar Beltrán. Pero lo que este pretendía, era también, una acción ilegal. Porque quienes estaban autorizados para detenerlo, mediante rigurosa orden de aprehensión librada por un juez, era la Policía Investigadora Ministerial.

Sin embargo, el edil perredista bordaba la desesperación. La negociación estaba fracturada con los miembros del Sindicato Independiente. La esperanza para ’depurar la millonaria nómina municipal’ se desvanecía entre esa presión y su propia

incompetencia. Y, recién estrenado en el cargo, necesitaba legitimarse. Vender una imagen de eficacia, tolerancia y diálogo. No de insensibilidad y cerrazón. Pero tocaba puertas falsas. Peligrosos vacíos en acantilados sin salidas. Trampas que él mismo tendía en visibles arranques de autoritarismo, empeñado en mantener controles corporativos que ya se le escapan recurrentemente. Cegado de poder.

Curiosamente, la inesperada y atípica irrupción de la Policía Preventiva ocurrió días antes de que el plantón frente a la Comisión de Derechos Humanos fuera levantado por completo el pasado miércoles 7 de noviembre. Y de actores, los inconformes se convirtieron en espectadores. Porque su líder Domingo Salgado no les informó los términos ni las condiciones en que se había negociado el fin a esa protesta. Circuló una presumible minuta que no conoció la base laboral. Ninguno de los plantonistas que, puntuales, se retiraron a sus casas al primer guiño de su dirigente. Domingo argumentó simplemente, que el movimiento ya estaba concluido. Abrió paso necesariamente, a la sospecha. Muchos de sus aliados se sintieron traicionados. Obligados a meter a revisión ese liderazgo.

Lo peor es que de 130 trabajadores despedidos por la administración encabezada por el perredista Antonio Gaspar, 18 siguen sin cobrar. No lo hicieron en la pasada quincena. Tampoco se atendió la demanda de renunciar a la directora de Recursos Humanos, Lizbeth Guadalupe Huitrón Gómez. ¿Qué negoció Domingo Salgado entonces, si la petición principal consistía en reinstalar a todos los trabajadores despedidos? ¿No dará paso lo anterior a que los 18 restantes queden fuera en definitiva de la nómina municipal? ¿Qué tipo de represalias tomará contra muchos de esos trabajadores y de forma natural, la directora de Recursos Humanos del ayuntamiento? ¿Acaso dicho dirigente veló por sus propios intereses, como la vigencia de su salario de 20 mil pesos

quincenales filtrados a las redes sociales? Una cosa es real: el alcalde apeló a una negociación oscura con el dirigente del Sindicato Independiente del ayuntamiento, quien ya acusa también, un desgaste muy severo.

HOJEADAS DE PÁGINAS…La creación de la tribu perredista Renovación Guerrero (RG) con miembros de la antigua Coalición de Organizaciones Democráticas, Urbanas y Campesinas (CODUC) y de Nueva Izquierda (NI), lleva implícito el mensaje: el retorno camuflado del exdiputado local perredista, Sebastián de la Rosa Peláez. Con ese tipo de ’renovaciones’ al interior del PRD, no resultaría descabellado que también el experredista y aliado priísta en la pasada elección del 1 de julio, David Jiménez Rumbo, retorne a ese partido disfrazado bajo las siglas de otra tribu. Porque ya está visto que en el PRD todo lo imposible es posible

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