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El mito de la salud en bicicleta

José García Sánchez

El mito de la salud en bicicleta
Mayo 06, 2019 16:07 hrs.
Política ›
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A pesar de la proliferación de bicicletas en la Ciudad de México la contaminación no se ha reducido. Al contrario, mientras el capitalino ve más bicicletas en las calles mayor es el índice de contaminación. La contingencia ambiental se repite con mayor frecuencia. Muy probablemente porque se canceló un carril de tránsito vehicular para dejarlo en manos de sus ciclistas.


Al reducir un carril de tránsito para regalar uno a los ciclistas, la agilidad de los vehículos automotores se hace mortal, lenta y compleja, arrojando mayores emisiones contaminantes. La falta de civilidad de quienes manejan las bicicletas es evidente, ahora las personas que viajan en transporte público deben esperar al bajar ver si viene una bicicleta para poder descender del camión. Ellos nunca se detienen.


Darles preferencia al principio de los cruceros cuando hay semáforos, propicia que motos y bicicletas rayen los vehículos que tienen a los lados y puedan huir en sentido contrario sin disculparse siquiera.


Ahora que se regula el tránsito de las bicicletas, sus usuarios son los primeros en protestar a pesar de que son quienes menos muestras de civilidad practican. Circulan arriba de la banqueta, son incapaces de disminuir la velocidad frente al peatón, agreden a los de a pie gratuitamente, no respetan los semáforos pasándose los altos, platican con su compañero de al lado en carriles de alta haciendo más lento el desarrollo vehicular, escupen a los conductores de automóviles que tienen la osadía de decirles algo, etc.


Los ciclistas reclaman a la nueva reglamentación que les impide seguir haciendo lo que les viene en gana, pero aseguran que están cada vez más vulnerables ante los vehículos automotores, cuando en realidad se han convertido en un verdadero estorbo para la agilidad del tránsito, los siete días de la semana.


Más de un ciclista de hoy que cierra las calles en su ocioso paseo por la ciudad, reclamaron airados e indignados contra las manifestaciones de protesta durante sexenios anteriores. Lo cierto es que no pueden tapar arterias por gusto, menos aún en fines de semana, convirtiendo las calles como propias sin protesta de por medio ni voz válida que les otorgue la calidad de protesta social a su práctica innecesaria de cerrar calles y avenidas.


No puede hablarse acerca de que el ciclismo urbano es un deporte sano porque están respirando a pocos centímetros las emisiones de monóxido de carbono que son las más dañinas para la salud.


Si el pretexto es hacer ejercicio, debería mejor inducirse el conocimiento y dejar atrás la habilidad en los jóvenes. La habilidad física les es propia el conocimiento se les aleja cada día más ante la proliferación de ideas que sólo ejercitan los músculos, pero no el cerebro.


Los paseos dominicales, nocturnos, en días de fiesta de las bicicletas deben suspenderse, para eso se construyeron muchos kilómetros de ciclovías. Resulta en realidad patológico que las calles estén llenas de ciclistas y las ciclovías vacías. Caminos abandonados que desde el momento en que quieran quitarlas esa clase media que no sabe qué hacer en sus ratos libres será la primera en protestar para que sigan ahí estorbando al paisaje urbano y costando mucho dinero a todos con su mantenimiento.


El ocio de los ciclistas daña la circulación, aumenta la contaminación y crea una división social que ellos mismos inician con sus excesos. Ellos son los dueños absolutos de las calles, en el arroyo y en la banqueta y cuando hay algo que se los impida se dicen vulnerables ante el automóvil que ven como su enemigo a vencer, pero sólo cuando andan montadas en sus artefactos infantiles que les impiden crecer.


La ciudad de México tiene un peligro en las calles principales que debe regularse con rigidez, donde haya derechos iguales y no una flexibilidad que termina por convertirse en impunidad ante las agresiones de los ciclistas hacia los peatones.


Que usen la bicicleta quienes en realidad la utilicen como medio de transporte y no como pasatiempo, máquina de ejercicio o como ’spinning’ móviles. La experimentación que se hace con las bicicletas debe corregirse y convertirse en algo realista y dejar de verlos como los salvadores del planeta por no contaminar, cuando en realidad el simple hecho que tengan un carril para ellos impiden el libre tránsito vehicular, produciendo mayores misiones de gases tóxicos.


La anarquía y el peligro que establecen los ciclistas en la ciudad de México, debe sujetarse a reglas claras y precisas con las mismas leyes que los vehículos automotores, como sucede en todos los países del mundo, es decir, sin privilegios.

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